jueves, julio 23, 2015


Ecología (V)
LA ECOLOGÍA Y LA MENTALIDAD FINANCIERA
La mentalidad financiera de las grandes mayorías es una realidad a tener en cuenta cuando se quiere hablar de cambios estructurales para lograr una mejor relación entre los seres humanos. Cada día vemos con mayor claridad lo que años atrás decía el Papa Benedicto XVI cuando afirmaba que las relaciones humanas de hoy ya no son de gratuidad, fraternidad y caridad, sino de oferta y demanda.
Nuestro propósito en este artículo y el de la encíclica Laudato Si del Papa Francisco no es descalificar el capitalismo, ni los éxitos financieros que se han conseguido con la aplicación de ese sistema en los países más emblemáticos del mundo occidental y también en algunos países del oriente. El propósito es señalar el desorden que se ha producido en las cabezas de las personas para darle prioridad al consumo y al afán de tener más. Un desorden de cabeza es un desorden de vida, de allí que mucha gente gaste lo que no tiene y descarte como inservible lo que todavía puede servir.

La naturaleza y el sentido de la vida humana
La ecología es la limpieza y el cuidado de todo lo que hay en la humanidad. La naturaleza, con toda su riqueza, no es algo aparte del hombre. Existe una interrelación del hombre con la naturaleza que lo circunda. La teología, que tampoco puede estar al margen de la ecología (Dios ha creado el mundo), nos enseña que Dios está en el mundo por presencia, potencia y esencia; por lo tanto Dios está más en las cosas que las cosas en sí mismas, pero las cosas no son Dios, ni tampoco una parte de Dios, como afirman las corrientes panteístas. Hay una distancia grande entre Dios y las cosas y a mismo tiempo existe un estar de Dios en el Cielo, en la tierra y en todo lugar  y un actuar constante de Dios en el mundo. Dios se mete en la vida del hombre y le dice muchas cosas, que el hombre debe tener en cuenta para su felicidad.
“el regreso a sus fuentes permite a la religión, responder mejor a las necesidades actuales” (Laudato si, n 200)
Cuando miramos el medio ambiente tenemos que poner como centro al hombre, que fue creado a imagen y semejanza de Dios, y ver cuál es el plan que Dios le ha preparado dentro de la creación. Sin ir muy lejos nos encontramos con la ley natural que está inscrita y grabada en la misma naturaleza humana (son los 10 mandamientos que se resumen en los primeros principios: hacer el bien y evitar el mal) y encontramos también una gran diversidad entre las personas.
Como ya lo hemos dicho en los anteriores artículos, el hombre necesita tener su cabeza limpia y ordenada para poder conocer la realidad, que es conocer a las personas con sus diversidades y circunstancias. De este conocimiento se desprende el amor al prójimo. Un amor real que no es estrategia ni cálculo.
En cambio cuando falta el auténtico amor al prójimo se cae fácilmente  en el utilitarismo y en los “negociados” (relaciones de oferta y demanda) que llevan en el fondo un afán de competividad para ganar a costa de los otros y producir como meta situaciones de ganancias que fomentan el consumismo.
“La visión consumista del ser humano alentada por la economía globalizada debilita la variedad cultural. Las soluciones meramente técnicas corren el riesgo de atender a síntomas que no responden a las problemáticas más profundas” (Laudato Si, n. 144)
Cuando observamos cientos de propagandas que fomentan el consumo desmedido con todo tipo de ofertas y los grandes centros comerciales atiborrados de clientes que buscan comprar a como de lugar, y cuando en los teléfonos celulares aparecen incentivos para seguir gastando, como si el éxito o la felicidad de las personas estuviera en seguir consumiendo y llenándose de cosas, entonces estamos ante un mundo que ha equivocado su rumbo.
La propaganda de hoy también incentiva a que los carros, los teléfonos, las computadoras y demás aparatos electrónicos sean de última generación y además  promueven los cambios de equipo sean antes del año.
“El consumismo excesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecno económico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan libertad para consumir” (Laudato si n. 203).
Todas estos incentivos han generado en los seres humanos una mentalidad financiera que se ha convertido en una fuerza compulsiva imparable. Muchos no pueden dejar de estar en la “honda” financiera para estar al día y no perderse nada. Las escuelas de negocios, también se van multiplicando, y están contribuyendo a que las personas vivan con esa mentalidad sin darse cuenta del laberinto donde se han metido, al no ver la realidad de la vida y de cada persona con sus circunstancias.
“…mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir” (Laudato si, n. 204)
En los mundos financieros donde todo es negocio y proyectos para seguir creciendo más, existe una miopía que es necesario corregir. De allí los conflictos entre las zonas rurales y urbanas, o con empresarios que buscan hacer grandes proyectos pensando solo en las ganancias, con un conocimiento limitado de las personas en cuanto a la tierra y a la historia ancestral de sus lugares donde viven.

Los proyectos futuros
El éxito de los grandes proyectos del futuro no será el dominio de unos pocos para extraer riqueza de un ambiente determinado y producir ganancias para el beneficio del país y de los habitantes de ese lugar; aunque se cuente con el beneplácito de los trabajadores. Este enfoque, que ha funcionado muchas veces en el pasado, está sesgado hacia el campo exclusivo de la producción y puede producir conflictos entre los seres humanos.
La ecología que plantea la encíclica del Papa Francisco, pone como prioridad al ser humano que vive dentro de un ambiente que es su habitat  natural. A ese ser humano hay que quererlo con su ambiente y su historia. Un proyecto sin un amor auténtico al prójimo podría parecer una invasión, con plata y recursos, de unas personas extrañas que solo ven la oportunidad de un negocio para ellos y también para los habitantes de ese lugar. Y los negocios, aunque sean beneficiosos para todos, están limitados a una relación comercial, que solo se puede dar si existen relaciones humanas entre las partes.
Las relaciones entre los seres humanos no deben tener como eje un negocio, aunque parezca muy rentable y conveniente. Se deben dar las relaciones que son propias del amor al prójimo y para eso es necesario que la cabeza esté ordenada y el corazón limpio.
Muchos piensan que estos objetivos son solo para los benefactores o misioneros y no se dan cuenta que son para todos los hombres. En los últimos años la economía mundial ha equivocado su direccionalidad. Ahora el Papa plantea un cambio, pero primero es necesario darse cuenta de estos desarreglos ocasionados por los mismos hombres que creen que puede manejar las cosas a su antojo.
“Es necesario reflexionar responsablemente el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones” (Laudato si, n. 196)
Es penoso ver en los sistemas educativos potenciar la eficiencia económica y el deseo de tener más en vez de formar la generosidad de las personas para que puedan servir a su prójimo. Muchas familias se están lamentando de haber engreído demasiado a sus hijos. Los resultados están a la vista.
Los planteamientos de la encíclica podrían parecer a primera vista como una Utopía irrealizable, sin embargo los lineamientos y las metas están claras. Los seres humanos, dándonos cuenta de dónde hay que ir, podríamos ir avanzando en esa dirección y consiguiendo poco a poco el cambio de mentalidad para lograr esos objetivos.
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