jueves, julio 30, 2015


Ecología Global VI
EL MUNDO QUE QUEREMOS DEJAR
El Papa Francisco pregunta en la encíclica ¿qué mundo queremos dejar a los que vengan después? Los que vienen después son seres humanos que deberían encontrarse un mundo mejor. En toda persona hay un deseo de dejar algo mejor para las siguientes generaciones. Los padres desean que sus hijos sean mejores que ellos y tengan mejores oportunidades en la vida.
“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? ¿para qué estamos en la vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? (Laudato Si, n.160)
¿Qué es lo mejor?  La conciencia de cada persona podría responder bien. Si hay verdaderamente amor al prójimo no se puede dejar cualquier cosa. Y en este mundo cargado de materialismo muchas personas están cegadas, viven como en una selva y no ven con claridad que es realmente lo mejor, lo que da felicidad, paz y libertad.

La efímera herencia materialista
Muchos al pensar en la herencia que van a recibir se fijan en lo que es exclusivamente material: una casa, un terreno, unos negocios, un automóvil, unas joyas y están deseosos de que llegue el momento para recibir lo que les toca. Las motivaciones para tener son tan grandes que no faltan los conflictos, incluso entre los mismos hermanos, por bagatelas que no tienen demasiada importancia. Los conflictos pueden dar origen a distanciamientos entre los hermanos y ha una ruptura en la familia que puede prolongarse en el futuro sin que exista una fecha para la reconciliación y el regreso a la unidad familiar.
Lamentablemente existen en el mundo muchas familias divididas y peleadas por conflictos de intereses. Esas contiendas originan juicios y muchas veces situaciones de violencia que claman al Cielo. La fraternidad rota por un afán desmedido y compulsivo de querer tener más.
La reconciliación debe empezar por la familia, ¿porqué tanto empeño por las cosas materiales y por el dinero? El materialismo corrompe los corazones y las personas pierden lo que realmente vale.
“Hoy existe el problema de volverse profundamente individualistas. Muchos problemas sociales se relacionan con el inmediatismo egoísta actual, con las crisis de los lazos familiares y sociales, con las dificultades para el reconocimiento del otro” (Laudato Si, n. 162).
El Papa Francisco insiste en poner el acento en las personas para quererlas de verdad, empezando por la familia. La sociedad está mal porque se ha roto la familia. Las individualidades no pueden sacar a la sociedad del hoyo. Las individualidades se vuelven originales y se encríptan en unas vidas melancólicas con retazos de entusiasmo por alguna conquista efímera.
En la historia vemos a los hombres que pasan; algunos contribuyeron a dejar algo valioso para el progreso y desarrollo de la sociedad y otros estuvieron pintados y dejaron el recuerdo de un nombre o de alguna idea que se ha quedado dibujada en un viejo papel sin mayores repercusiones para el bien de los demás.

“¿Qué mundo queremos dejar para los que vengan después?
Cuenta una vieja novela, “La Muralla” de Calvo Sotelo, que había un hombre que estaba en el umbral de la muerte, antes de pasar a la vida eterna se le presenta Dios y le hace un examen de conciencia; le advierte que si se muere así se irá al infierno y le regala unos días más de vida para que arregle su situación. Le hace ver que todo lo que había conseguido en su vida era a base de mentira y corrupción. Si moría en ese momento su familia, agradecida por todo lo que él les dio, lo enterraría con todos los honores y se llevarían un gran recuerdo de él, lo mismo iba a suceder con sus compañeros de trabajo. Moriría como una persona buena y honrada, pero eso era mentira. Dios le da unos días más de vida para que diga la verdad. Al confesar a los demás lo que realmente era le caería encima el desprestigio y la ira de todos los que habían sido engañados, lo meterían a la cárcel y perdería todos sus bienes, pero después al morir, por haber sido sincero y haberse arrepentido, se ganaría el Cielo.
En la novela se ve la angustia de este personaje que al final termina diciendo la verdad para irse al Cielo. Esta novela remueve la conciencia de las personas.

Rectitud de corazón
Si queremos dejar un mejor mundo para los que vienen después empecemos por mejorar nosotros mismos siendo honrados, nobles y sinceros, amar realmente a los demás y no tener que recurrir a los disfraces para aparentar lo que no se es. La persona que quiere hacer el bien deben mirarse tal como es delante de Dios y hacer la cosas cara a Dios, no cara a los demás para quedar bien.
De nada sirven las dádivas, si el corazón está torcido. De nada sirven los grandes proyectos económicos, si no hay unidad de vida. Una persona engañadora, de doble vida y doble discurso, no tiene nada que hacer en la construcción de una sociedad. No está en condiciones para hacer el bien, no es idóneo para sustentar proyectos de inversión porque estará ciego para el bien común. Su modo de dar está torcido y desacertado. Nadie da lo que no tiene. Si no tiene amor no puede dar amor.
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