miércoles, setiembre 09, 2015


El vacío y el miedo como futuro

LA DEPRESIÓN DEL LIBERAL ECLÉCTICO

El relativismo de los tiempos actuales ha creado, con sus argumentos liberales, espacios donde entran personas con un talante intelectualmente desafiante, para criticar y poner en tela de juicio algunas costumbres y criterios de otras épocas, que se habían considerado siempre como valores tradicionales. 

Hoy, con el influjo de la autonomía de la conciencia, el hombre ya no mira tanto la ley moral sino a su propio criterio, que lo forma con lo que va recogiendo del sentir común y de la sensibilidad social predominante. 

Sin embargo cuando en la sociedad se pierde el sentido del pecado, y el hombre ya no se siente culpable, de inmediato pasa a pensar que en la historia se escondieron muchos culpables que abusaron de su condición para cometer atropellos e injusticias, y que ahora se les debe acusar para que nadie quede impune y los errores de la historia no se repitan.

Estaríamos de acuerdo con esas afirmaciones siempre y cuando la conciencia pueda distinguir claramente entre el bien y el mal, con un criterio objetivo de acuerdo a la ley moral, que es universal y para todos los tiempos.  Con esa premisa  puede censurarse para que no se repita más:  el nazismo con el holocausto, la barbarie de Stalin, la bomba atómica y las guerras mundiales, el terrorismo como sistema, la trata de personas y las manipulaciones genéticas, el aborto y la eutanasia etc. 

Pero resulta que, al esconderse la verdad de los criterios morales establecidos por la ley de Dios y al haberse perdido el sentido del pecado, el hombre, sin ser muy consciente, empieza a cambiar de mentalidad. Si ya no se siente culpable le parecerán anticuados los 10 mandamientos y adquirirá una actitud permisiva y tolerante con una apertura proclive al eclecticismo. De este modo quien está de acuerdo con la condena del nazismo y la bomba atómica, no vería mal que se aceptara el aborto y la eutanasia.

Como hay un desconocimiento de la ley moral a muchos les puede parecer que es cuestión de opiniones, como si se tratara de un debate entre liberales y conservadores.



La ingenuidad (o ignorancia religiosa) al no conocer los efectos negativos del pecado.

Hora se puede decir, sin temor a equivocarse, que la aparente buena voluntad del ecléctico se irá deformando poco a poco, al chocar con la realidad. En una primera instancia defiende aperturas e incluso las rebeldías de los que buscan romper los moldes tradicionales. Su postura o determinación es más teórica que práctica. Luego la vida le hará pasar, poco a poco, en sus propias relaciones humanas, de la indulgencia a la falta de tolerancia. Y al final terminará descubriendo que no puede seguir pensando como lo venía haciendo, porque la naturaleza humana va por otro lado. Entra en una suerte de angustia existencial.

Cuando una persona no vive de acuerdo con la verdad objetiva,  y no tiene en cuenta las implicaciones morales en los actos humanos, tendría serias dificultades para pensar con claridad y dar una buena opinión para juzgar determinados hechos o situaciones. Necesitaría antes, como todos, luchar contra el propio egoísmo personal y descargar de su interioridad posibles resentimientos que le impedirían tener comprensión y misericordia con los seres humanos. En ellos se da una paradoja interesante: quieren tener una gran apertura y se sienten tremendamente intolerantes. Es entonces cuando fuerzan una postura de tolerancia que es artificial. El voluntarismo no puede crear el amor. Nada que esté fuera de la realidad puede crear el amor.

 La cabeza caliente y el hígado gigante convulsionan a las personas y las hacen esclavas de sus propias limitaciones. Ese desorden origina un automaltrato habitual y un fastidio crónico con unos pesos encima, bastante aplastantes, que no dan cabida a la libertad.

Hoy, más que en otras épocas, muchas personas mayores, por ese tipo de complicaciones,  parecen adolescentes en crisis, con la desventaja de que han pasado años y la crisis, de la cual nunca salieron, a tomado cuerpo causando daños irreparables en su personalidad.

Cuando se juzgan las cosas desde una situación de crisis, se buscan culpables a como de lugar. Una situación de crisis es la que tiene un hombre o muchos hombres, que viven con graves limitaciones humanas y no son libres. El malestar que llevan va generando en ellos, con el tiempo, un resentimiento amargo y hasta odioso.

Las personas que se encuentran en esas situaciones quisieran escapar de esa sujeción y empiezan a elaborar teorías que justifiquen su conducta y la decisión que han tomado, para luego solicitar la patente de corzo  que les de derecho a condenar y a excluir a los que consideran causantes de sus “desgracia”   Se convierten en los indignados de turno.

Quienes optan por el liberalismo absoluto (sin reglas ni normas) van cayendo paulatinamente en un considerable desánimo que los lleva tarde o temprano a la depresión.

Primero viven con la ilusión de sus teorías, considerándose creativos, con un estilo de vida original que se fue formando con sus gustos y opiniones, todo al margen de reglamentos o normas externas, que siempre rechazaron y combatieron, y después caen en una desorientación total, han perdido la brújula y ya no les importa nada. Viven cargados de amargura.

Muchos dicen que son católicos pero no practicantes; otros que practican algo, pero no están de acuerdo con lo que la Iglesia enseña, también existen los que les gusta, por snob, llamarse agnósticos, para tomar una postura sin compromiso y distante. Todos ellos ocupan un espacio cómodo donde reina la tolerancia y la indulgencia, hasta que empiezan las limitaciones y se ponen a incordiar, para terminar luego en la desilusión y el fracaso. Así son los liberales eclécticos que van camino de la depresión con un pesimismo total que termina envolviéndolos.

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