sábado, julio 11, 2009

Las torpezas de la chacota

IRONÍAS QUE MATAN

Uno de los síntomas claros de la crisis espiritual y de valores que vive nuestra sociedad es la tendencia de llevarlo todo al terreno de la broma sarcástica o perspicaz. El “vivo” que quiere ganar puntos, frente a los demás, lanza sin escrúpulos dardos hirientes a su víctima buscando ser popular dentro del grupo. Entra en una especie de competencia donde pierde el menos chacotero y gana el más grosero y atrevido.

El público más entusiasta de estas “pírricas competencias” de la vida diaria, podría ser semejante al de las barras bravas: ilusión de derrotar al adversario dejándolo mal, a cualquier costo, sin medir las consecuencias y por pura diversión.

Es una suerte de consentimiento a la “barbarie” matizado por el “espíritu de cuerpo” de “amistades” de ambientes informales donde todo es mediocridad, (lenguaje vulgar, astucia vanidosa, insolencia atrevida, carcajadas destempladas, volumen alto, “cochineo” constante).

La “filosofía” de esos ambientes queda muy bien expresada con una frase comercial que se ha puesto de moda: “cheleando la chacota es más chévere”


Líderes del cochineo

La vulgaridad que se ha extendido en muchos ambientes juveniles es una epidemia contagiosa, difícil de revertir cuando ha crecido mucho. Cuando los líderes del “cochineo” toman fuerza, los ambientes se vuelven agresivos y los muchachos se defienden creando mecanismos de defensa. Los que viven con cierta tensión, temiendo no ser aceptados por el grupo, podrían estar dispuestos a intervenir en acciones vulgares o violentas, para “ganar” puntos frente a los demás.

El irónico suele pensar que es muy gracioso y busca a toda costa tener pasaporte para utilizar sus puyas en sus intervenciones y poder sentirse ganador. Este tipo de actitud es propia de los imberbes (que todavía son infantiles en sus manifestaciones) o de personas que evidencian un cierto complejo de inferioridad y quieren llamar la atención con esas intervenciones desafortunadas.

La vulgaridad de los cómicos

Los programas cómicos del medio actual están llenos de esos microbios. En vez de proporcionar una diversión sana, fomentan con las ironías sarcásticas y el “cochineo burlón” una mentalidad mediocre donde la educación y el respeto a los demás brillan por su ausencia.

Es una pena que en nuestro país la “viveza criolla” la consideren algunos como un signo de inteligencia, cuando es exactamente lo contrario. En algunos ambientes, o con algunas personas, es imposible hablar en serio (todo es burla, fastidiar al otro, faltarle es respeto). Es la vanidad de hacerse el gracioso.

Los mismos medios de comunicación (Televisión, radio, periódicos, revistas) están llenos de vulgaridad y bajo nivel.

Urge elevar el nivel con personas cultas, que tengan virtudes humanas, que sepan expresarse con un lenguaje constructivo y respetuoso. Se equivocan los que diseñan una sociedad informal que admite la zafiedad y la vulgaridad entre los ciudadanos, como un estilo de vivir normal. No son signos de juventud, son indicadores de una indigestión moral y de una crisis social preocupante.

La competencia de un protagonismo efímero

El bacán de turno suele ser rebelde. En sus intervenciones trata de oponerse a lo establecido, eleva la voz, pone caras, quiere hacer caer en ridículo al otro, se ríe a destiempo y grotescamente. Si los bacanes son muchos, se forma enseguida un grupo, en el que se extiende rápidamente un ambiente de compadreo vulgar, donde los insultos y las bromas pesadas no tienen límite.

Es una competencia de protagonismo para no perder. En esos ambientes difícilmente se reconocerá la bondad o la calidad de planteamientos serios y nobles. Si alguien intentara colocar un tema de mayor trascendencia lloverían enseguida las críticas y las burlas.

Lamentablemente en nuestra sociedad muchos jóvenes (y también mayores) se ven limitados y hasta incapacitados para tocar en sus conversaciones temas serios o profundos. La vulgaridad se ha extendido tanto que todo debe ser chacota, ¡siempre chacota! y si es con cerveza, mucho mejor. El que quiere elevar el nivel queda como un nerd.

Siempre se llega a la conclusión de que el problema principal de todas las crisis está en la educación. Al observar estos ambientes juveniles de sarcasmo y de burla, tenemos un síntoma claro de falta de cultura y falta de verdadero amor por los seres humanos.

No es una utopía conseguir una civilización de respeto y cultura. Es la civilización del amor que anhelaba el Papa Juan Pablo II y es la sociedad que reclama el Papa Benedicto XVI con la Encíclica Caritas in veritate.

Hoy habría que advertir que estar más cerca no significa necesariamente quererse bien y respetarse mutuamente.

Urge la Caridad y la Verdad para que nuestra sociedad se articule bien y los seres humanos podamos vivir realmente como hermanos.

Es necesario hacerle la guerra a la vulgaridad (al cochineo y al sarcasmo burlón) y curar a nuestro país de esa terrible infección.

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