viernes, octubre 08, 2010

Se fue de la casa y sorprendió a todos

ABANDONO Y HUÍDA

El deterioro de la familia ha llegado a tal extremo, en los tiempos actuales, que es fácil encontrar hogares donde se han fugado el padre o la madre, sin haber dado mayores explicaciones, ni indicios de alguna disconformidad o incompatibilidad seria con los miembros de la propia familia.

Suele suceder más con el hombre que con la mujer, aunque lleven muchos años de matrimonio, incluso con varios hijos. Parece que se agotaron de luchar para sacar adelante el hogar y encontraron en el mundo las puertas abiertas para vivir alejados, en una “nueva vida” con las comodidades y los caprichos que quieran. Es como un escape hacia una aparente “libertad” donde nadie los molesta.

Los “derechos” de la conciencia autónoma

El individualismo de hoy y la defensa de la autonomía de la conciencia, en las ideologías liberales de esta época, le hace pensar al hombre que está en todo su derecho para rehacer su vida, libre de las “responsabilidades” de los compromisos adquiridos y poder pasar sin más, a una situación donde se sienta mejor y sin presiones.

Algunos intentan “arreglar” las cosas, buscando que la familia acepte el “derecho” a su doble vida: que pueda ir a la casa a ver a los hijos y a la mujer cuando quiera, que todos se lleven bien como buenos amigos y que al mismo tiempo pueda tener la libertad para vivir con quien quiera.

Otros, que están más cansados y aburridos, rompen palitos sin que les importe nada. Piensan que han conquistado más libertad, manteniendo la familia a distancia de sus aventuras o intimidades.

La familia, que fue abandonada, se queda llena de dolor e incomprensión. No pueden entender el motivo de la huída. Las pequeñas discusiones o desacuerdos, que pudieron existir, no eran justificaciones suficientes como para tomar la decisión drástica y determinante de irse de la casa.

Otras veces el hombre se va también del país sin dejar rastro. Abandona a la mujer, a los hijos y parte de sus cosas. Lo hace de un modo sorpresivo y tajante. La familia abandonada no tiene más remedio que, después de haber acusado el golpe, luchar para recomponer, en la vida de cada uno, la esperanza de seguir viviendo de una manera distinta, en una situación más dura y tal vez bastante dramática. La herida que dejó el que se escapó es muy difícil de curar.

La dura realidad del abandono

Es realmente penoso lo que está sucediendo en algunos hogares, en esta época de crisis familiar. Los compromisos han perdido su valor por el prurito de darle importancia a la “realización” personal. Cada uno está pendiente de sus “logros” individuales y quieren que los demás “bailen” en torno a sus proyectos.

Es importante anotar que muchas personas, en estos tiempos, aceptan compromisos familiares sin que exista un verdadero amor por las personas. No son pocos los que se casan por motivos egoístas: la realización personal, la necesidad de una compañera o un compañero, (como si fuera una mascota), el capricho de querer tener un hijo, para quedar bien en la sociedad en la que vive, o simplemente por el placer sexual o la pasión, etc.

El olvido de las virtudes fundamentales

Lamentablemente existen hoy muchas falsas “fidelidades” que son debidas al oportunismo del que se compromete, al querer aprovechar a su favor todas las circunstancias que se encuentran en lo que asumen. Estas personas, mientras viven con el ideal de su proyectos egoístas, pueden durar varios años en esos “compromisos” inmaduros, que fueron hechos con muy poca rectitud de intención.

Algunas veces las exigencias de la otra parte fueron también oportunistas, y superficiales, porque exigían una “fidelidad” y “lealtad” a proyectos o sistemas prometidos entre ellos, pensando en sus realizaciones personales, pero sin atender a las virtudes auténticas que deberían tener las personas que se quieren de verdad.

Dicho en otras palabras, hay gente que piensa que puede perseverar en lo que ha elegido sin el respaldo de unas virtudes auténticas de desprendimiento y entrega. Las ambiciones personales que tienen no les permite darse cuenta de la falsedad de sus compromisos. No quieren con toda el alma lo que deben querer (la familia), pero permanecen en la casa para ver si consiguen lo que realmente quieren (su realización personal y su comodidad).

No hay peor ciego que el que no quiere ver

Existe más bien, en muchos sectores de la sociedad, una suerte de complicidad para cerrar los ojos y no querer ver el fondo, en las vidas de las personas. No se ha llegado a lo más importante, a lo que es esencial para la perseverancia. Y algunos continúan haciendo unos esfuerzos para que no se rompa lo que nunca estuvo unido.

Lamentablemente, ya lo hemos recordado en distintas oportunidades, hoy se promociona mucho a las personas para que sean exitosas en la realización de sus propios proyectos y se olvida formar a las personas para que sean fieles en el servicio y en la dedicación a los demás.

Es un grave error contentar a las personas con motivaciones extrínsecas (dinero, placer), o intrínsecas (realización de proyectos individuales), Cuando deben predominar las motivaciones trascendentales (servicio, austeridad, no buscar recompensa) y un amor grande a la propia familia que se traduzca en obras y no se quede en los sentimientos.

La superficialidad de los afectos

Si le sacamos la fotografía a los enamorados de hoy encontramos que predomina la imagen de los arrumacos y no el espíritu de sacrificio y de servicio desinteresado. Se engríen el uno al otro buscando satisfacciones para una realización personal con muy poco espíritu de desprendimiento. La “mermelada” del sentimentalismo no les permite adquirir la fortaleza del dominio personal. Solo entienden lo que les es favorable a sus sentimientos y caprichos.

Esta grave falencia está pasando la factura a muchos hogares. Por eso hay familias que se rompen aunque hayan pasado años estando juntos. Muchas casas se han convertido en museos porque solo están los muebles y no las personas, o solo está el empleado que cuida, que a la larga terminaría siendo más familiar que el propio pariente, solo por el hecho de estar en la casa y de ser el interlocutor del que llega.

Es necesario poner la lupa hay en las condiciones que se deben exigir para que los compromisos sean viables. Lograr la formación moral de la conciencia para que el querer sea auténtico y así poder asegurar la fidelidad de cada persona hasta la muerte. Ahora ya no se espera solo al hijo pródigo, se espera también al esposo y al padre pródigo y en algunos casos mas graves, a la madre que se escapó.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen día Padre, describe una realidad bastante cierta. Muchas veces se deja de lado las cosas trascendentales. Debería compartir estos mensajes publicandolos en su facebook también, para que muchos puedan leerlo.

Javier Sarmiento