viernes, octubre 01, 2010

Incómodos e incomprendidos

LOS DEFECTOS DE LOS SANTOS

Los santos no son seres inmaculados que actúan con una perfección tan envidiable como inalcanzable, para el común de las gentes. Algunas veces la gente idealiza la figura del santo, poniéndola fuera de la normalidad del hombre pecador que tiene defectos. Y eso no es cierto, porque los santos son también pecadores, que tienen muchos defectos, como cualquiera, e incluso más.

Me atrevería a decir que los santos tienen, frente a los ojos humanos, más defectos que los demás y por eso son incomprendidos y criticados. En la vida de los santos suelen aparecer las grandes incomprensiones, porque, incluso los que estaban a su lado, los acusaban de cometer errores y de hacer daño a los demás. La casuística es elocuente. ¿Se equivocaron los que criticaron a los santos? ¿no tuvieron una percepción correcta de la realidad?

Las diferencias de los santos

Alguna vez fue un santo el crítico de otro santo. Es bastante lógico porque los hombres tenemos muchas cosas que pueden ser criticables y censurables. Los santos agradecen cuando otro les corrige y le hace ver sus errores. Cuando observamos a personas valiosas frente a los acontecimientos humanos, encontramos también desacuerdos entre ellos, y es lo más normal del mundo. Los santos también presentan diferencias en cuanto a sus modos o puntos de vista, suelen estar lejos de la uniformidad.

Los santos son personas que intervienen con el influjo de sus vidas buscando conseguir que las personas sean mejores: proponen, convocan, señalan, insisten, no se rinden ni se cansan, son, muchas veces, incómodos. De allí el refrán de que para aguantar a un santo es necesario otro santo.

Los que no son santos pueden estar cubiertos de una “bella” imagen, que ellos mismos se fabrican, tratan de ser condescendientes, buscan contentar a la gente, no se mojan, no intervienen, para no meterse en problemas, no les importa mucho que el mal prospere y no dicen nada, tienen “respetos humanos”, les preocupa el qué dirán los demás, y les parece que los que no son como ellos, (los verdaderos santos), son impetuosos, intolerantes, muy atrevidos e imprudentes. Tienen otra imagen de lo que debería ser un santo, que es totalmente ideal y fuera de lo normal.

Imágenes equivocadas de lo que debería ser un santo

En algunos ambientes “clericales” existe la pobre imagen del santo de “pasta y flora”, un personaje tan tímido y cándido como ingenuo, que cuando habla repite frases esteriotipadas y dulzonas, de aspecto angelical y poco humano. Parece que funge a no tener defectos y se escandaliza con facilidad. Actúa con una espontaneidad cursi y tiene muy poca profesionalidad para sus trabajos. Suele ser muy sensible y candidato para las envidias y resentimientos.

¡Qué pobreza humana! para las cosas de Dios, se observa en algunas personas, que contrasta con la sencillez de la persona buena y humilde, que no se jacta de sus cualidades, porque le parece que es un gran pecador que tiene muchos defectos y miserias.

La elección de Dios

Dios se fija en los humildes y les pide que sean ellos los verdaderos líderes de la humanidad. Él los llama frente al desconcierto de los demás. Los hombres escogen de una manera y Dios de otra muy distinta. Dios no llama al “pobretón” (en sentido peyorativo), tampoco al que ha renunciado a las virtudes humanas, al vago, al flojo, al sensual, al avaro, al envidioso, o al violento. A estos les pide que cambien y les ofrece los medios para que puedan hacerlo. Dios escoge al hombre que está dispuesto a luchar por ser mejor y tiene fe en poder llegar a ser santo, para servirle a Él y a los demás.

El santo se encontrará con un mundo adverso. Tendrá que ir contracorriente. El mundo relativista no entiende al santo impetuoso, al que tiene garra, al que no tiene pelos en la lengua, al que no hace acepción de personas, al que no se “casa” con nadie, al que tiene celo apostólico, “el celo de tu casa me devora” y en cambio, llamará santo, al bonachón, al que no se mete con nadie, porque le da miedo o vergüenza de hacerlo.

El mundo tiene necesidad y urgencia de santos. San Josemaría Escrivá decía desde el 2 de Octubre de 1928: (fecha de la fundación del Opus Dei), estas crisis mundiales son crisis de santos”

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