jueves, diciembre 01, 2011

El contraste de la ironía fina

EL CIUDADANO BURLÓN

Fue difícil encontrar el título, sin embargo éste, aunque parezca propio de un cuento o chiste, es el que mejor indica lo que pretendo decir. Es la figura que se encuentra en muchos ambientes limeños que han pasado, con los tiempos, de la fina y elegante ironía a la burla irrespetuosa, algo grotesca y bastante desatinada.

Hasta en los acentos y estilos de una modalidad simpática de ser se ha metido el “cáncer” del maltrato al prójimo, propio de una sociedad que está perdiendo los papeles de la decencia y el decoro. Todo depende de lo que se lleva dentro, que lamentablemente cada vez está más devaluado.

La fina ironía limeña, propia de nuestros abuelos, que con una sana picardía sazonaban las conversaciones en las tertulias familiares, no tiene nada que ver con los puntillazos del cochineo hiriente lanzados como exabruptos que proceden de una interioridad alterada y muchas veces herida.

Y es que muchas personas de hoy, hay que reconocerlo con hidalguía, suelen padecer de una suerte de desequilibrio interior por influjo de un desarreglo social imponente. Quienes buscan adaptarse a una sociedad desadaptada pierden la brújula y el rumbo y sin que se den cuenta les puede parecer que sus intervenciones son normales y graciosas por el aparente éxito de sus manifestaciones frente a los demás; tal vez se deba al aumento del nivel de tolerancia por parte de los otros, que indicaría, en estos casos, lo contrario a una valoración. Se le deja ser como es, para no complicar más la existencia y evitar peleas. Se le responde con el si pues del consenso general y todo queda en nada o en algo peor que eso: un considerable desprecio que no se exterioriza.

A nadie le gusta, en su sano juicio, que lo cochineen, burlándose de él y dejándolo mal parado frente a los demás. Si al hombre cansado, golpeado y desanimado no se le cuida, se le podrían escapar esas manifestaciones irónicas desatinadas, que serían como mecanismos de defensa. Buscaría sentirse más fuerte atacando primero, para que no lo gane otro con un ataque más agresivo, llamando la atención con una especie de rebeldía cortante y agresiva, que además es antiestética. Muy lejos de la fina y simpatiquísima ironía del hombre gracioso que busca llenar de buen humor el ambiente con toques picarescos que no hieren y que además elevan el ambiente.

Parece que en nuestra sociedad existiera una especie de competencia para fastidiar a los demás. El que fastidia más es el que gana. Es una pena constatar que en algunas familias o en grupos sociales, solo se habla de modo superficial. En muchos ambientes resulta muy difícil introducir un tema serio y profundo. En cuanto empiezan a conversar salta enseguida el chiste o la broma fácil del que no tiene nada que decir y malea el ambiente de esa manera.

Cuando la televisión coloca las propagandas de cervezas suelen aparecer, como ambientes típicos de los jóvenes, las juergas llenas de bromas y ligerezas. Sin caer en mojigaterías ni candideces, es preciso afirmar claramente que esos ¡no son ambientes de calidad! ¡son más bien mediocres!

De los que hablan insultando constantemente a terceras personas

No son pocos los que hablan habitualmente de los demás de un manera peyorativa y zafia. No es que estén indignados o tengan algún motivo para hacerlo, son modos de hablar irreverentes que se han hecho costumbre. Quien emplea un lenguaje de esa naturaleza trasluce una vanidad enfermiza que busca la complicidad de su interlocutor. Cree que emplear lisuras o insultos, es síntoma de virilidad o de estar más a tono con los estilos de la época. Aunque puedan darse esos consensos, es totalmente antiestético y de muy mal gusto hablar de esa manera. Mucho peor si se trata de una mujer.

Manejar un lenguaje limpio, respetuoso y rico en contenidos

El resumen de todas las virtudes humanas es la delicadeza en el trato. El hombre fino y virtuoso no es el maniático finolis que exagera las formas refinadas de conversar llamando la atención con sus originalidades. El virtuoso es el que sabe estar en su sitio y actúa con tino y prudencia. Manejará un lenguaje limpio y rico, lleno de contenido que persuade al interlocutor. No necesitará recurrir a términos ligeros y burdos para hablar con sus amigos. Lo hará de un modo natural y sobre todo sabrá ser oportuno para decir las cosas y para callar cuando sea conveniente.

El exceso de bulla y los tonos elevados de voz son también signos de decadencia. La virtud lleva al silencio y a la ponderación, como complemento, en los modos de expresarse. Callando cuando es oportuno y ponderando bien las cosas se transmite un clima de serenidad que es necesario para acertar en el teje y maneje de las relaciones humanas.

Las cortesías pueden ser superficiales y artificiales

Si bien una persona puede manejarse con un sistema rico en amabilidades y atenciones no por eso se puede decir que ama. Las cortesías son también procedimientos para quedar bien. Una persona que abunda en cortesías no necesariamente está transmitiendo valores. En cambio quien tiene una interioridad rica posee una maravillosa mercancía para las relaciones humanas apropiadas.

Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el hombre que posee una interioridad rica suele ser fino y delicado al expresarse y cuida mucho no herir a nadie.

No podemos olvidar que la educación peruana ocupa los últimos lugares si la comparamos con la otros países del mismo continente. Estas estadísticas nos deben hacer reflexionar para darnos cuenta que fallamos mucho en el trato humano. Si quisiéramos progresar y ocupar mejores niveles en el mundo, es imprescindible mejorar la calidad de trato con los demás y declarar persona no grata al burlón de turno, sea peruano o extranjero.

Ya no queremos esos modos arrogantes que son propios de patanes que no quieren saber nada con el respeto a los demás. El esfuerzo por ser más delicados será también una prueba fehaciente de nuestro amor a la patria que no debe quedarse en patrioterismos desaliñados de euforias colectivas, que muchas veces traen insultos grotescos contra los extranjeros.

El amor a la patria es también el amor al mundo de la persona respetuosa y amable que sabe querer realmente a los demás, porque posee una interioridad rica en virtudes gracias al esfuerzo que ha puesto para querer y servir a todos.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Guillermo Miranda dijo...

Me encantó el post!! Excelente tema para recordar la delicadeza en el trato con los demás :)