viernes, mayo 10, 2013

EL CÁNCER DE LA DESCONFIANZA
Más vale confiar que desconfiar. El que desconfía pierde mucho más que el que confía. Con la confianza se tiene cerca a las personas y se consigue con ellas: un mejor entendimiento, una mutua comprensión, una sólida amistad, una fuerte unidad, una mayor seguridad y al final una ganancia inesperada en muchos campos diversos. La confianza, aunque se pase por muchos sustos y riesgos, termina creando un clima de aceptación y de paz. Todas las personas necesitan confiar, sin la confianza no se puede vivir. Las personas que habitualmente desconfían pierden las amistades, se vuelven indiferentes y duras y a la larga, se quedan solas y llenas de amargura.
La confianza es imprescindible para la educación de los hijos, la enseñanza de los maestros y la eficacia de los trabajadores. Todo papá sabe bien que debe tener paciencia y esperar que hijo imberbe y agresivo, vaya madurando poco a poco. Debe tener el arte del joyero o del jardinero.
Un jardinero sabe que no debe estirar la plantita para que crezca, aunque tenga muchas ganas de verla grande, debe regarla, cuidarla de las inclemencias del clima, colocar algún rodrigón o estaca para corregir las desviaciones, protegerla para que nada ni nadie puedan atropellarla y sobre todo tener paciencia. Al cabo de los años esa plantita pequeña puede ser un hermoso árbol.  Un papá debe poner de su parte todos los cuidados necesarios y esperar que el hijo ponga lo suyo.  La confianza en el hijo también forma parte de la paternidad.
Se acierta en la vida cuando se vive confiando
Toda la vida es a base de confianza:  se confía en el piloto del avión, en la comida que otros preparan, en el guía turístico que enseña la ciudad, en el deportista que representa al país, en el mecánico que repara el carro, en el médico que opera al paciente enfermo, etc.
La confianza es la seguridad que nos da el buen prójimo que está a nuestro lado: los padres, los familiares, los amigos, los maestros, los jefes, los colegas, la empresa. La confianza es propia de las personas con virtudes humanas que consideran al ser humano por encima de todo lo demás. Es propia de quien sabe que las personas están antes que los negocios y se cuidará de no perjudicar a las personas y a sus familias, por afanes económicos o por un beneficio personal.
El que confía, con sus intervenciones y sobre todo con su querer, está expresando su calidad de vida y con ella da una gran seguridad a los demás. La confianza engendra confianza. Quien trabaja con alguien que confía, trabaja sereno y agradecido. Está feliz de tener personas, en el lugar donde se desempeña, que le tienen consideración. No es igual cuando hay desconfianza.
La confianza se gana confiando; se inspira. Un buen trabajador, que es además buena persona, inspira confianza, aunque no le vaya bien en sus negocios o sufra, por distintas circunstancias, adversidades que perjudican su trabajo o sus relaciones con otros.
Cuando una persona no recibe la valoración que le corresponde, porque quienes lo miran solo ven los beneficios que puedan recibir de él, entonces sentirá un fastidio,  una incomodidad, que lo aleja de sus jefes, pierde confianza. En la otra parte, cuando el jefe solo mira su negocio y no le importa la suerte de sus trabajadores, terminará desconfiando de todos y maltratando a su propia gente.
Lamentablemente muchos líderes o Jefes de hoy pecan de utilitaristas. Solo les interesa la eficacia de sus trabajadores. Ponen el acento en el éxito de la empresa y no en el éxito de cada persona. Muchas empresas tienen personas resignadas a trabajar en una condiciones desfavorables, no solo en los aspectos económicos sino en la falta de confianza. Esta limitación puede ser mucho más dura y contradictoria que el escaso sueldo.
Siempre existirán motivaciones para confiar o no confiar en las personas. La motivación principal para confiar son las personas leales con sus virtudes, no el dinero o las goyerías que puedan conseguir. A la persona se le debe querer siempre por lo que es y no por lo que tiene o pueda conseguir.
La confianza en el corazón ordenado
Una persona con el corazón ordenado, que sabe querer y darse a los demás, posee un alto grado de confiabilidad. Sabrá reconocer, valorar  y apoyar, a una persona honrada y sincera, que se esfuerza por hacer un buen trabajo. En las relaciones humanas los corazones de todos deben estar ordenados. Así habrá siempre confianza por parte de todos.
El que confía no es un ingenuo que está en la “luna” es por el contrario, alguien que tiene capacidad de captar las grandes posibilidades de las personas: sabe desenredar los nudos, curar las heridas, contar con todos, y de un modo increíble se convierte en el descubridor de las grandes bondades, que muchas veces están ocultas en la interioridad de las personas. 
Con la confianza las personas pueden reencontrar el camino que habían perdido y llenarse nuevamente del optimismo y la esperanza que necesitaban para alcanzar las metas anheladas. Cuando se confía con amor se reconoce el valor. No es un reconocimiento a ciegas, es reconocer las cualidades y méritos de personas valiosas. El jefe o el maestro que confía dice: esa persona me gusta mucho, tiene cualidades, yo puedo ayudarle a que las desarrolle, confío en él.  El discípulo que confía dice: yo con ese jefe puedo ir hasta el fin del mundo, me siento libre y contento con él.
El que confía consigue que las personas aprendan y ganen en experiencia.  No le importa los riesgos que tiene que correr o tener que dar la cara para defender y hasta proteger, al que cometió un error.  Es una actitud propia de las personas buenas. En la vida muchas veces hay que proteger a los demás, sobre todo a los más jóvenes, que están aprendiendo y no tienen ninguna experiencia.
Quien confía en los jóvenes, y los puede dirigir, posee una gran sabiduría, sabrá que un buen maestro es también buen amigo y pasará por alto mil errores de los chicos, que con mucha paciencia y tino los irá corrigiendo.  El mal maestro es el que se calienta y no aguanta, el que exige con amenazas y  jala o pone notas bajas porque considera que sus alumnos no saben nada y por lo tanto no merecen aprobar. El buen maestro es el que consigue que sus alumnos aprendan, aunque el empeño le cueste, sangre, sudor y lágrimas. Con los años, si persevera en esa lucha, aunque reciba críticas, que nunca faltarán, conseguirá grandes avances.
En los asuntos familiares los padres deben formar a sus hijos de tal manera que en el futuro puedan confiar en ellos. Si les dan da todo y no les enseñan a ser responsables, el hijo inmaduro puede caer en conductas impropias que más adelante podráin ser lamentables. No es bueno que  un chico se acostumbre a tener todo resuelto. La grave crisis económica que azota USA y Europa, (países del primer mundo), tiene su origen en el exceso de comodidades y en el afán desmedido  de tener, ahora muchos que fueron educados en ambientes de bonanza, no sabe qué hacer.
El haber alcanzado fácilmente una buena situación económica y tener a la mano todos los recursos materiales creó en los jóvenes un nivel de status que,  ahora, al quedarse sin nada viven unda doble crisis: la económica y el falso crecimiento espiritual de quienes saben vivir sin tener.

Muchos de ellos están indignados porque no saben vivir en tiempos de escasez, son incapaces de aceptar trabajos o sueldos reducidos que no sean de "su nivel". Cuando los "humos" se suben a la cabeza es muy difícil hacerlos comprender que ellos no tienen la razón. Se ha producido como un engreimiento generalizado, que ahora se ha convertido en una crisis social. No son maduros ni para su país ni para salir al extranjero. Chocan fácilmente con la realidad pensando que ellos llevan la razón.
Antes de terminar este breve análisis es necesario advertir que sólo se le puede quitar la confianza a una persona para un trabajo determinado cuando hay faltas graves: inmoralidad, corrupción, vagancia, incumplimiento de un compromiso. Las mejores personas son las que saben dar la mano para ayudar a corregir los errores del prójimo, siempre con una buena dosis de una confianza que no puede estar ausente.
Agradecemos sus cometarios

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