jueves, mayo 23, 2013


La tragedia de la incomunicación familiar
INCOMPRENSIONES MORALES
La diversidad de criterios y mentalidades del mundo contemporáneo ha creado una suerte de incomprensión, permanente y tercamente inamovible en la relaciones humanas entre personas próximas, que aumenta con el consenso “moral” de la opinión de las mayorías en temas trascendentales. El tolera y calla, indigesta la interioridad de las personas porque se ven impedidas de ayudar a los más cercanos. Al estar reprimidos sin poder decir nada, se da paso a una crítica interna atroz que termina generando con el tiempo, la indiferencia más cruel.
En un mismo lugar y frente a los mismos hechos pueden convivir personas con criterios totalmente opuestos en temas de fondo, que estarían plenamente  de acuerdo con una uniformidad o formalidad, a estilos de vida cómodos e independientes, donde nadie se mete con nadie. Lo uniforme es acostumbrase a vivir sin meterse en la vida de los demás, quedarse callados y no opinar sobre lo que hacen o no hacen los que viven al lado.
Estas características son típicas de una sociedad relativista. Al dejar de lado la verdad, la moral se subjetiviza; cada uno quiere imponer su modo de ver las cosas, para que se actúe según su criterio. Si no lo consigue se quita de en medio, cayendo en la política de la no intervención, que respeta las “verdades” de los demás sin darse cuenta de la incomunicación que está generando. No querer actuar es aislarse y querer que todos hagan lo que yo quiero es conseguir que los demás se alejen.

La moral y la comunicación
La moral por sí sola no es comunicativa, no persuade, es como el semáforo: si está verde se puede pasar, si está rojo hay que detenerse. Lo que persuade y comunica son las personas que viven de acuerdo con la moral, si aciertan con las leyes son libres y pueden conseguir muchos bienes. El bien de por sí es difusivo, influye. El bien es superior al mal.
Cuando las personas no viven de acuerdo con la verdad, o la ley moral, que es universal, la “moralidad” de sus criterios, por el modo de ver las cosas, oscila entre la tiranía y la “manga ancha” o permisividad. La conducta que se deriva de estos criterios aleja a la persona de las personas. Si a una persona no le parece como actúa la otra, se pone a distancia y luego termina poniéndose a distancia de la mayoría, (de unos más y de otros menos), y se queda rodeada por unos muros que fabrica con ese tipo de actitud.
Hoy, lamentablemente, muchas personas que están rodeadas de gente, no pueden comunicarse con nadie en los temas trascendentes, los más profundos e importantes de los seres humanos.

La incomunicación en los hogares
Se puede ver claramente que en muchos hogares los padres pierden la comunicación con los hijos y si ésta no se arregla a tiempo se cae en un tipo de relación de “respetos” y “tolerancias” donde el permisivismo, pone una venda en los ojos, que impide ver la vida del hijo “cercano”. Cuando se dan estas circunstancias, las angustias y las incomprensiones crecen sin parar, los nervios y las tensiones se alternan con el pesimismo y las depresiones. Vivir en vilo de un modo habitual crea inseguridad y destruye la paz de los ambientes familiares.
Cuando las cosas empeoran en el hogar se puede, por cansancio, caer en la indiferencia, que es una grave enfermedad del corazón. La indiferencia es tibieza total, falta de amor. El ambiente familiar se construye con el amor entre los miembros de una familia.  La indolencia de una persona, que podría parecer madurez (mirar los problemas y no sentirse afectado), es como bomba de tiempo que tarde o temprano termina estallando.
La incomunicación consentida, como si se estuviera por encima de los problemas, hace a las personas duras y desalmadas. La costra que crece en el alma oculta una grave herida que si no se cura ocurre lo que decía un famoso filósofo de la antigüedad: el hombre se convierte en un lobo para el hombre.
La falta de comunicación es un enfriamiento en las relaciones familiares que produce intervenciones hirientes y amenazantes en las relaciones familiares: “no se metan conmigo”, “yo soy libre y hago lo que me da la gana” y después: huidas constantes sin avisar a nadie,  silencios prolongados, caras largas de aburrimiento y la construcción barreras o muros para que no se metan en sus vidas. Un encerrarse en una privacidad absoluta que es una verdadera esclavitud.
En esas situaciones es fácil crear  una “moral” subjetiva (para demostrar que se hace algo bueno) pero no tiene peso cuando falta la disposición de acercarse al prójimo rompiendo la barrera de la indiferencia y de la incomunicación.
Los que quisieran ayudar a un ser querido distante por esas circunstancias,  se ven atados de manos y con una gran mordaza en la boca. Estas situaciones hay que evitarlas desde los inicios con relaciones familiares armoniosas donde haya una comunicación fluida en un ambiente de paz y de amor. Qué difícil es tratar de arreglar una situación de incomunicación originada por un mal acostumbramiento en las relaciones familiares: cuando cada uno fue por su cuenta. El relativismo tiene mucha culpabilidad al crear una conciencia de que da lo mismo comportarse de cualquier manera con tal de no molestar a los demás.

Incomunicaciones sociales
Las incomunicaciones sociales son situaciones absurdas de nuestra sociedad creadas por el relativismo. En los ámbitos laborales, fuera del hogar, es ridículo observar los escenarios de las incomprensiones morales entre dos sectores opuestos de la sociedad, el afán de protagonismo para brindar una buena imagen no deja de crear situaciones que podríamos calificar de hipocresía social, donde se ventilan las leyes o reglamentos, como criterios a tener en cuenta, con una falta de rectitud total,  y peor cuando se llama a los árbitros o facilitadores de encuentros, que logran, como gran cosa, conseguir una tregua para que en la foto salgan las dos partes dándose la mano y sonriendo frente a las cámaras, como si existiera un real acuerdo. ¡Cuánto tiempo se pierde! y ¡cuánto dinero se gasta! en esas actuaciones de circo, que engañan a la sociedad.
Los sectores opuestos se autocalifican de moralizadores y se acusan mutuamente de corruptos. A la hora de pelear desaparece el relativismo, ellos son los buenos y los otros son los malos. Los “buenos” deben ir al poder y los “malos” a la cárcel. Son juicios donde desaparece la tolerancia. No existe la verdad y mucho menos la comprensión y el perdón.
Lo que vemos en la calle tuvo que corregirse antes en la casa. Es un problema de falta de educación.  El éxito social no es el éxito económico. No se educa para tener plata ni se vive para tener. El hombre que busca tener para ser, se deshumaniza.
El hombre tampoco nació para el placer y la diversión. Si se le da mucho placer y exagera en sus diversiones crece inseguro y se lo puede llevar cualquier viento, crece sin fortaleza y no podrá resistir las inclemencias de un clima hostil.
El hombre no ha venido al mundo para hacer cosas. Ha venido para ser bueno. La moral no es hacer cosas buenas sino ser persona buena. Solo siendo persona buena se sabe cómo son las personas. Las cosas buenas dependen de las personas buenas y no al revés. Las personas buenas son las que saben comunicarse y ayudan a que todos estén comunicados. Esta comunicación de llama Unidad.
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