El recuerdo de
un hombre que nos quería mucho: San Juan
Pablo II
EL MAL NUNCA ES CAMINO HACIA EL BIEN
Nuestros
abuelos nos repetían para que estudiáramos más: “del pecado de ignorancia el demonio saca ganancia”. Este dicho
tradicional tiene hoy más vigencia
que nunca cuando constatamos estado de las personas y de los acontecimientos perniciosos que aumentan en el mundo.
No
es necesario apelar a las advertencias de la Iglesia en su prédica milenaria
para ser conscientes de lo que le pasa al hombre de nuestro tiempo y reconocer
que la brújula que lleva ya no marca el norte a dónde debe llegar. Pareciera
que el calentamiento global, al que
se refieren los científicos, afecta principalmente a la cabeza del ser humano.
Cuando el hombre pierde la cabeza es peor que los animales, porque la
inteligencia se convierte en la servidora de sus bajezas.
La
inteligencia sirve fundamentalmente para el conocimiento de la verdad, que da
la capacidad (o idoneidad) para hacer
el bien. Es una capacidad que debe desarrollar todo ser humano con la educación
que recibe. Se educa esencialmente para que el hombre haga el bien y evite el
mal, se llama: la formación de la conciencia. Esta educación, esencial para la felicidad y libertad del
hombre, empieza en la casa y continúa en el colegio. Cuando se omite, o es deficiente, el hombre corre es
riesgo de caer en alguna miseria moral, que lo puede esclavizar muchos años o
toda la vida, sufriendo él las consecuencias de ese mal y haciendo sufrir a los
demás.
En
la visita que hizo al Perú el Papa Juan Pablo II, que será canonizado este
domingo, estampó una frase que ha quedado grabada en la mente de todos los peruanos:
“El
mal nunca es camino hacia el bien” Al decirla se separó de los papeles, elevó en tono de voz y
subrayó cada sílaba con energía, mientras un mechón de su cabello caía sobre su
amplia frente. En ese instante animaba a todos los que habían escogido un
camino equivocado a enmendar el rumbo.
Hoy
abundan los que han tomado un camino equivocado, unos no se dan cuenta y otros
sí, unos persisten en el error con un voluntarismo feroz, otros estarían
dispuestos a cambiar si se dieran cuenta de las cosas.
El peor de los males
La
ignorancia es el peor de los males, quienes la padecen se encuentran sumergidos
en unas esclavitudes que producen parálisis
(no se avanza nada)
y enfrentamientos (peleas tontas); como la de aquellos países atrasados que no han podido
desarrollar y otros enfrentados por
una violencia cruel e inhumana. Suele darse, en estos casos, una suerte de complicidad, o consenso tácito, entre naciones
orquestadas por intereses políticos y económicos, en trata de personas o “negocios” turbios, para obtener prebendas. Son
los enarbolan la bandera del servicio
y de la honestidad, llenándose los bolsillos sin escrúpulos, con las
facilidades de una sociedad permisiva que
vive, por ignorancia, en el
libertinaje de la informalidad.
Siguiendo
con más dichos populares; está muy
claro que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. La ceguera es la
ignorancia. Pareciera que hace unos días la luna se puso roja de la vergüenza
que le dio al mirar la tierra y comprobar que el índice de ignorantes a crecido
considerablemente. Ya no se ve la realidad, porque la miseria moral y la
espiritual la tapan. La primera por todos aquellos que se encuentran sumergidos
con alguna dependencia (o
compulsividad) que los
disminuye como persona y la segunda por todos aquellos que rechazan la verdad y
no se dejan ayudar para que puedan entrar en el camino del bien.
La visita de un santo
En
la década de los 80, cuando nos visitó Juan Pablo II, muchos peruanos estaban
atrapados en organizaciones terroristas y eran deformados por sus líderes para que el odio crezca y puedan estar
listos para matar, sin ningún escrúpulo,
soñando con algún paraíso prometido. Como en todo movimiento subversivo: unos
eran más fanáticos que otros. Daba penar comprobar que también formaban parte
de esos grupos muchos inocentes que
habían sido levados y que no tenían más remedio que alinearse, por las amenazas
que recibían de sus captores. Ellos funcionaban con terror sin que comulgaran
con esas ideologías totalitarias. Todos hemos sido concientes del daño inmenso
que se hizo al país por la presencia de esos focos infecciosos que proceden de
la ignorancia y del resentimiento.
Hoy,
muchos sectores de la sociedad, con una desfachatez
que clama al cielo, aplauden y premian a quienes lideraron o favorecieron
estas corrientes de odio y violencia. El lobo
se vuelve a presentar con vestidura de oveja y la ignorancia vuelve a permitir que la historia se repita y continúe
el atraso, la inmoralidad y la violencia, como males endémicos difíciles de
superar.
“El
mal nunca es camino hacia el bien” frase histórica
pronunciada con fuerza por un hombre que nos quiso mucho diciéndonos la verdad,
para que enrumbemos el camino. Solo nos queda confrontar nuestra conducta con
la verdad de lo que debemos ser. Siempre el hombre está reclamándole al hombre
y aunque todos sacan la bandera de la libertad, luego cuando llegan los
resultados vienen las críticas, nadie está contento de las decisiones que toman
los seres humanos, ¿será acaso que el
hombre siempre se equivoca? y entonces ¿por
qué se afirman con “tanta
seguridad” los criterios personales?
¿no será que el yo es el peor
enemigo del hombre?
Juan
Pablo II, que será canonizado, con la aprobación, casi unánime de millones de
personas, nos enseñó con su vida coherente y llena de amor un camino a seguir
para lograr, con el tiempo, a
establecer en la tierra la nueva civilización del amor.
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