EL
DOLOR SERENO
“¿Cómo se puede estar
sereno si duele?” diría
quien está sufriendo. A primera
vista parece imposible que la serenidad y el dolor se pudieran dar a la vez. Sin
embargo la vida nos muestra personas valiosas que han llevado sus dolores con
discreción y no los han manifestado para no hacer sufrir a los demás.
Existen
también en el mundo innumerables personas que no aguantan: se quejan, gritan, chillan, patalean,
lloran estrepitosamente, y algunos terminan desmayándose porque no pueden más.
Muchos asocian el dolor con la desesperación y cuando alguna
persona tiene estos síntomas se dice de ella: ¡pobrecita! ¡cuánto está sufriendo! ¡cuánto dolor tiene! y se apela
a la compasión o al consuelo como un deber del que está cerca a esa persona
desesperada.
En
cambio la persona que, a pesar de sus
dolores, se muestra serena, puede
dar la impresión de que no sufre y de que está tranquila. Quienes la observan
pensarán que no necesita ni asistencia ni consuelos y la dejan sola. Otros, la
mirarán con envidia pensando que no tiene problemas. No se percatan que el dolor que lleva dentro está controlado
por la existencia de una relación de amor, seria y profunda, con la persona que
más ama, y por lo tanto lo que trasciende hacia afuera es el
triunfo de su lucha que se nota en la esperanza de vivir con el consolador que
siempre da paz. No tiene la comodidad de ser sustituido, tiene la seguridad del
que lo ayuda a luchar con amor para vencer, aunque persista el dolor. Si el
amor es grande ya no hay dolor, todo se convierte en amor. El amor lo puede
todo. Ese es el dolor sereno del
que sabe amar.
El
que por un gran amor no se queja del dolor no es tonto ni masoquista, tampoco el vanidoso que busca que vean su heroísmo para que lo cataloguen alto; su
amor persuade y cautiva, aunque también puede causar envidia.
Dios escoge el camino del
dolor para redimir a los hombres
Los
que no entienden que el dolor sereno es la
piedra de toque del amor, tampoco comprenderán que Dios lo haya escogido
como medio para redimir a los hombres. A San Josemaría le gustaba una poesía
que canta así: mi vida es toda de amor y
si en amor estoy ducho, es por causa del dolor, porque no hay amante mejor que
aquel que ha sufrido mucho”
El
amante más grande es Jesucristo, le siguen la Virgen María y todos los que se
parecen a ellos llevando la Cruz del dolor con amor.
La serenidad en la Pasión
En
las escenas de la Pasión de Cristo, que son cruentas y dolorosas, la única desesperación
que vemos es la de Judas, que termina suicidándose. En cambio en el Calvario,
el cuadro dramático de dolor está lleno de serenidad.
Jesucristo,
a pesar de la situación en la que se
encuentra, no se desespera. No se ve en Él la amargura de la ira o el afán
de venganza por lo que le han hecho; al contrario perdona a sus agresores y se
entrega a Dios Padre con una generosidad conmovedora y además nos entrega a su
Madre para que la cuidemos y nos cuide. Sufrió lo indecible pero permaneció
sereno. Nunca dejó de tener comunicación con su Padre, hasta expirar, y así fue y es modelo para todos.
Al
pie de la Cruz la Virgen María es otro ejemplo de serenidad, tampoco se
desespera al ver sufrir a su Hijo que tanto amaba, aunque tenía un enorme dolor
en su corazón. Su amor y su fe eran tan grandes que estaba convencida que Dios
nunca la abandonaría y aunque las circunstancias eran aterradoras, ella no perdía la calma. Además, en la misma cruz,
acepta ser la madre de los asesinos de su hijo, ¿qué madre aceptaría una cosa así? ¿no es acaso una manifestación inmensa
de amor que lleva consigo el perdón?
En
las relaciones humanas de los hombres suele estar presente el dolor y a través
de él se conquista el amor. El ser humano crece y se perfecciona con el dolor
que es permitido por Dios. Muchas veces el hombre se queja y le pide a Dios que
le quite el dolor, “¡es que duele” gritaría
el que sufre y a nadie le gusta eso.
Algunos
santos, por amor, le han dicho al
Señor cuando ven sufrir a otro: “Señor:
¡quítale el dolor a esa persona y dámelo a mi! Cuantas madres prefieren
sufrir ellas antes que sus hijos.
San
Josemaría Escrivá decía que la cruz de Cristo no la podemos llevar con
resignación sino con garbo y alegría, deportivamente,
decía que resignación era palabra
poco generosa. La vida de la Iglesia está llena de mártires que han sabido dar
su vida por amor a Dios aceptando situaciones de dolor y perdonando a sus
agresores. Han sabido poner la otra mejilla después de haber recibido una
agresión en la primera.
Al
que vive lejos de Dios le parece absurda la senda de la expiación que lleva
consigo la aceptación y el ofrecimiento del dolor. Basta con pensar que Dios
escogió esa vía para hacer la redención para tener la certeza que así se
consiguen los tesoros más grandes que el hombre pueda conquistar en la tierra.
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