jueves, abril 17, 2014

Viernes Santo

EL DOLOR SERENO
“¿Cómo se puede estar sereno si duele?” diría quien está sufriendo.  A primera vista parece imposible que la serenidad y el dolor se pudieran dar a la vez. Sin embargo la vida nos muestra personas valiosas que han llevado sus dolores con discreción y no los han manifestado para no hacer sufrir a los demás.
Existen también en el mundo innumerables personas que no aguantan: se quejan, gritan, chillan, patalean, lloran estrepitosamente, y algunos terminan desmayándose porque no pueden más.  Muchos asocian el dolor con la desesperación y cuando alguna persona tiene estos síntomas se dice de ella: ¡pobrecita! ¡cuánto está sufriendo! ¡cuánto dolor tiene! y se apela a la compasión o al consuelo como un deber del que está cerca a esa persona desesperada.
En cambio la persona que, a pesar de sus dolores, se muestra serena, puede dar la impresión de que no sufre y de que está tranquila. Quienes la observan pensarán que no necesita ni asistencia ni consuelos y la dejan sola. Otros, la mirarán con envidia pensando que no tiene problemas. No se percatan que el dolor que lleva dentro está controlado por la existencia de una relación de amor, seria y profunda, con la persona que más ama,  y por lo tanto lo que trasciende hacia afuera es el triunfo de su lucha que se nota en la esperanza de vivir con el consolador que siempre da paz. No tiene la comodidad de ser sustituido, tiene la seguridad del que lo ayuda a luchar con amor para vencer, aunque persista el dolor. Si el amor es grande ya no hay dolor, todo se convierte en amor. El amor lo puede todo.  Ese es el dolor sereno del que sabe amar.
El que por un gran amor no se queja del dolor no es tonto ni masoquista, tampoco el vanidoso que busca que vean su heroísmo para que lo cataloguen alto; su amor persuade y cautiva, aunque también puede causar envidia.

Dios escoge el camino del dolor para redimir a los hombres
Los que no entienden que el dolor sereno es la piedra de toque del amor, tampoco comprenderán que Dios lo haya escogido como medio para redimir a los hombres. A San Josemaría le gustaba una poesía que canta así: mi vida es toda de amor y si en amor estoy ducho, es por causa del dolor, porque no hay amante mejor que aquel que ha sufrido mucho”
El amante más grande es Jesucristo, le siguen la Virgen María y todos los que se parecen a ellos llevando la Cruz del dolor con amor.

La serenidad en la Pasión
En las escenas de la Pasión de Cristo, que son cruentas y dolorosas, la única desesperación que vemos es la de Judas, que termina suicidándose. En cambio en el Calvario, el cuadro dramático de dolor está lleno de serenidad.
Jesucristo, a pesar de la situación en la que se encuentra, no se desespera. No se ve en Él la amargura de la ira o el afán de venganza por lo que le han hecho; al contrario perdona a sus agresores y se entrega a Dios Padre con una generosidad conmovedora y además nos entrega a su Madre para que la cuidemos y nos cuide. Sufrió lo indecible pero permaneció sereno. Nunca dejó de tener comunicación con su Padre, hasta expirar, y así fue y es modelo para todos.
Al pie de la Cruz la Virgen María es otro ejemplo de serenidad, tampoco se desespera al ver sufrir a su Hijo que tanto amaba, aunque tenía un enorme dolor en su corazón. Su amor y su fe eran tan grandes que estaba convencida que Dios nunca la abandonaría y aunque las circunstancias eran aterradoras, ella no perdía la calma. Además, en la misma cruz, acepta ser la madre de los asesinos de su hijo, ¿qué madre aceptaría una cosa así? ¿no es acaso una manifestación inmensa de amor que lleva consigo el perdón?
En las relaciones humanas de los hombres suele estar presente el dolor y a través de él se conquista el amor. El ser humano crece y se perfecciona con el dolor que es permitido por Dios. Muchas veces el hombre se queja y le pide a Dios que le quite el dolor, “¡es que duele” gritaría el que sufre y a nadie le gusta eso.
Algunos santos, por amor, le han dicho al Señor cuando ven sufrir a otro: “Señor: ¡quítale el dolor a esa persona y dámelo a mi! Cuantas madres prefieren sufrir ellas antes que sus hijos.
San Josemaría Escrivá decía que la cruz de Cristo no la podemos llevar con resignación sino con garbo y alegría, deportivamente, decía que resignación era palabra poco generosa. La vida de la Iglesia está llena de mártires que han sabido dar su vida por amor a Dios aceptando situaciones de dolor y perdonando a sus agresores. Han sabido poner la otra mejilla después de haber recibido una agresión en la primera.
Al que vive lejos de Dios le parece absurda la senda de la expiación que lleva consigo la aceptación y el ofrecimiento del dolor. Basta con pensar que Dios escogió esa vía para hacer la redención para tener la certeza que así se consiguen los tesoros más grandes que el hombre pueda conquistar en la tierra.
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