miércoles, abril 30, 2014


Santos y santones
ESTRELLAS FUGACES  (la deshumanización del ser humano)
Mientras la Iglesia canoniza a dos Papas Santos con la expectativa y el seguimiento de millones de personas en todo el mundo, un minoritario sector de la población liderado por un caudillismo liberal va “canonizando” a los santones fallecidos con grandes titulares y fotos a todo meter en las grandes cadenas del poder mediático, de influjo temporal y relativo en nuestras sociedades.

El seguimiento de los santos que canoniza la Iglesia
Quienes siguen con devoción las canonizaciones de los santos en Roma son personas que admiran los estilos de vida que ellos recomendaban. También puede notarse en esos seguidores un sentido común acorde con un afán noble de servicio desinteresado y generoso a los demás y un amor incondicional a la Iglesia y al Papa. Además se trata de millones de personas que llenan las plazas y parques para ver y aplaudir al Papa, sea quien sea, y gran parte de esa población son jóvenes. En las últimas jornadas mundiales de la juventud los periodistas calificaban a esas reuniones multitudinarias y entusiastas como fenómenos sociales colectivos. Son destellos de esperanza para poder construir la nueva civilización del amor.

El influjo mediático y paralelo de los santones
En otros sectores de la sociedad se camina en un clima inestable de amarguras y de angustias con la esperanza puesta en los logros humanos conseguidos con pequeñas escaramuzas de algún emprendedor de turno, que no quiere caminar con Dios y busca denodadamente que el pueblo lo “canonice” como el caudillo que los liberará del caos y la inestabilidad generado por los corruptos. A estos personajes, que serían los sofistas del siglo XXI, se les podría llamar: santones.
Los santones son personas “canonizadas” por los hombres interesados en poner a una persona sobre un pedestal por haber destacado en algo y haber influido en su contorno sin que sea necesaria una hoja de vida que responda a una conducta que esté en armonía con las virtudes cristianas. Son referentes sociales que responden a intereses políticos o a diversas corrientes ideológicas, casi siempre lejanas a los estilos de vida que la religión propone a través la Iglesia.
Quienes aplauden y “canonizan” a los santones son personas motivadas por propagandas mediáticas elaboradas por los propagadores de un espíritu liberal que reclama para todos el consenso social de la libertad absoluta. Empiezan enfrentándose a los sectores que ellos llaman conservadores porque “son los que impiden el progreso y la integración de los pueblos, al tener una mentalidad cavernaria que es además discriminadora y homofóbica, lejana a la inclusión de todas las personas en la vida social”. Así se expresan habitualmente.
Los que “canonizan” a los santones suelen utilizar frases lapidarias que las sueltan sin ningún escrúpulo calificando peyorativamente a quienes no piensan como ellos. No les importa comprobar la veracidad de sus afirmaciones ni manchar el prestigio o el honor de las personas. Son difamadores que piensan que sus intervenciones, están llenas de lucidez y son un buen aporte para el progreso de la sociedad.
Resentimientos sociales en busca de “reivindicaciones”
Quienes aplauden estas intervenciones suelen ser personas heridas por algo que les ocurrió en la vida y no supieron resolverlo.  Llevan en su interioridad un resentimiento perenne que crece cuando se rompe la costra y la herida queda al descubierto. Es entonces cuando sale la amargura y la crítica mordaz hiriente contra los que consideran enemigos de sus principios y por lo tanto de la sociedad.  Los santones y sus seguidores bailan con la misma orquesta. Entre ellos se motivan para que las protestas continúen y puedan sacar provecho de las revueltas que provocan. Son como los volcanes que cuando empiezan a echar humo anuncian destrucción.
Quienes “canonizan” a los santones enarbolan, mientras pronuncian sus discursos, la bandera de la libertad.  No les importa la verdad y habitualmente crean situaciones, con ayuda de los medios de comunicación, para que la opinión pública incline la balanza hacia planteamientos liberales que ponen en tela de juicio las enseñanzas doctrinales de la Iglesia en materia de moral y costumbres. Hacen alarde de estar en un país libre que debe funcionar al margen de la religión.
Muchos de estos liberales modernos, quieren entrar en escena buscando alguna candidatura para tener un pedestal, en alguna curul. Muchos de ellos son adalides heridos que practican una democracia cachivachera de frases gastadas, repetidas hasta el hartazgo, con un sonsonete ridículo y solo apto para un nuevo guión de los chistosos, que son los que sacan más partido de sus ocurrencias. Lo vemos a diario en nuestro país y nadie los para.

El desgobierno de las estrellas fugaces
Está claro que nuestras sociedades están desgobernadas(nadie lo niega), por la oclocracia, que es el gobierno de los peores. No hay más que mirar y escuchar a la mayoría de políticos. Es un verdadero circo con payasos que no hacen reír sino llorar. Lo lamentable es que la historia continúa con ellos, sin que nadie ponga el pie en el freno para cortar con el hipócrita sistema que los mantiene.
Hoy nos encontramos con personajes bisoños en moral que aunque destacan en alguna actividad, tienen una trayectoria original y adquieren el prurito de alejarse de la Iglesia tomando una postura agnóstica, que está de moda; así cumplen con los requisitos para ser auténticos santones. A sus seguidores no les importa si es ateo o creyente a su manera, si está casado o divorciado, si se emborracha o si se droga, o es ludópata… nada de eso les importa porque dicen que es “libre” y puede hacer lo que quiera.
A estos personajes variopintos les molesta que existan reglas o mandamientos que le impidan hacer lo que les da la gana. Viven con una actitud de rebeldía contra los que no piensan como ellos, se sienten atacados por los que respetan unas normas de conducta.


El espíritu de las masas  (la verdadera democracia es consecuencia del amor a la verdad)
Sin embargo cuando en la sociedad se habla de aprobación, podemos ver por contraste a las grandes mayorías que llenan las plazas en las canonizaciones de los santos, o cuando el Papa convoca a las multitudes para transmitir un mensaje, o cuando se realizan las marchas para defender la vida. El poder mediático y los principales líderes liberales que se autocalifican de demócratas, se esconden en estas ocasiones y se callan en siete idiomas. No quieren resaltar el éxito de esas actividades, las omiten o las minimizan. Igual le pasa a los seguidores de los santones, solo resaltan los artículos y escritos que van con sus planteamientos, los otros los ignoran aunque hablen de no discriminar a nadie. El sol no se puede cubrir con un dedo.

La corta fama de los santones
Cuando un santón fallece se escriben artículos y se exhiben fotografías de todos los tamaños, tratando de resaltar su vida y sus milagros. Los allegados más próximos lloran su partida; sin embargo la hoja de vida no hay que enseñarla demasiado, porque los vicios y los desarreglos podrían quedar al descubierto.
En cambio los santos que canonizan los Papas pasaron antes por una criba espectacular. Estudiaron y analizaron sus vidas al milímetro. Solo contaban las virtudes vividas de un modo heroico y la herencia de auténtico amor que dejaron a sus seguidores. También la fe en Dios y la correspondencia de amor que es obediencia al plan divino.

Hay una diferencia abismal: entre el santo y el santón
No es lo mismo recordar a un santo que a un santón. Las motivaciones de fondo son distintas. El santo dura siglos el santón desaparece como estrella fugaz. El santo dura en los corazones de miles o millones de fieles que persisten en su devoción. El santón deja solo un recuerdo sentimental que se acaba pronto y que algunas veces la historia lo voltea y así al que murió como santón  lo recordarán como bribón.
Que duro es vivir amargado y sujeto a un consenso efímero sustentado con ideologías que parecen manotazos de ahogado y que son enseñadas por los “notables” de turno y son aplaudidas por contratados que pagan para hacer bulto y aparentar que son personas comprometidas.
Desgraciadamente abundan  intelectuales mal vestidos y mal olientes que deambulan por las calles y en los foros, con sus barbas descuidadas, jurándose genios. Jalan a los amigos de las prebendas medrando donde pueden, para ser protagonistas, hundiendo a quien sea con tal de salir ellos. Es el triste cuadro humano de los que se olvidaron que el hombre, para ser hombre, tiene que ser persona.
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