lunes, junio 08, 2009

El costo de la demora
EDUCAR O MORIR

Se muere como se vive. Las muertes que más pena dan son las de las vidas desprotegidas y abandonadas. El hombre no necesita armas para combatir sino el cariño de los que le deben amar. No faltan armas, falta amor. No es solo falta de dinero, es fundamentalmente falta de educación. Podemos decir que estamos mejor económicamente, pero no podemos decir que estamos mejor en el amor.

Salimos bien de cualquier crisis solo con la educación. Educar es amar y amar es educar sin parar. Amar a todos es educar a todos sin descuidar a ninguno. Amar a todos es el deber de cada uno. El que se siente dispensado de amar a alguien está equivocado. Cualquier persona es siempre objeto de amor y por lo tanto el ser humano es fundamentalmente educable. Es inseparable la educación del amor. Se ama educando con la verdad.

Si al hombre se le educa no se le deja ser bestia pero si no se le educa puede ser peor que una bestia. Las bestialidades del hombre son consecuencia de la falta de educación o de una educación equivocada. Es equivocada la educación cuando no se tiene amor y no se consigue amar, ni enseñar lo importante que es amar. El que ama no se olvida. Los olvidos y descuidos son falta de amor y falta de educación.

La educación no es un cumplido (un “saludo” a la bandera)
Es necesario hablar continuamente de educación y darle prioridad a las tareas educativas. La educación no debe ser superficial hay que ir al fondo, a los cimientos del ser humano, para que pueda edificarse una vida con virtudes que cumpla compromisos de amor sin egoísmos.

Muchos padres de familia y educadores se han olvidado de educar con la ciencia de la verdad y del amor. Hay excesos de permisividad y descuidos increíbles.

En muchos lugares la educación se ha convertido en un negocio para lucrar y en una formalidad para engañar. Los resultados están a la vista: ignorancia, ausencia de virtudes, crisis, corrupción, delincuencia, barbarie, peleas, odios, guerras, conflictos laborales, conflictos sociales, muertes.

El deber de querer a todos
La ciencia del amor debe ser aprendida por todos, es una ciencia universal. El que sabe amar no admite acepción de personas en ninguno de los ámbitos (familiar, laboral o social). El que sabe amar no se siente ajeno a las necesidades de los demás. El que se siente ajeno y piensa que no le toca, no ha madurado todavía en el amor. Urge que las personas maduren pronto en esta ciencia tan importante, para que exista armonía en la sociedad.

Con la educación tenemos que dar solución a las guerras internas en los hogares para que los familiares se entiendan mejor amándose más entre ellos, para que en las empresas los trabajadores no se encuentren enfrentados creándose brechas por los olvidos, abandonos, injusticias o malos tratos, que son consecuencia de los egoísmos personales o sociales, (ideología y política).

La educación debe terminar con las “barras bravas” que son un signo de incultura y empobrecimiento humano, así como con el pandillaje juvenil que es sinónimo de delincuencia y otras manifestaciones de agresividad que son un maltrato constante al ser humano, que necesita ser amado, no sólo por su familia, sino también por los demás ciudadanos que viven a su lado.

La ansiada civilización del amor añorada por el queridísimo Papa Juan Pablo II no es una utopía. Basta que nos empeñemos en aprender más de la ciencia del amor y cerremos filas en esta tarea, que es tarea de todos, sin excepción.

La responsabilidad del liderazgo de la violencia
Hoy el mundo llora a los muertos que no debieron morir como murieron. Las sociedades se llenan de muertes absurdas que son consecuencia de la falta de amor y de concordia entre los seres humanos. Mueren muchos inocentes, personas que nada tienen que ver con la violencia, descuidados y olvidados en la vida y desprotegidos de los embates del odio.

La Iglesia recuerda todos los años la matanza de los Santos Inocentes. Aquellos niños que murieron degollados por los soldados del veleidoso Herodes, que para matar a Jesús, que le hacía sombra a su reinado, mandó matar a todos los niños de Belén. Este cuadro se repite en muchos escenarios del mundo. Unos que mandan matar y otros que obedecen.

Se puede mandar matar de un modo directo o también indirecto: poniendo a otros en peligro para que no tengan más remedio que defenderse matando, calentándoles la cabeza para que lleguen a situaciones extremas de mucha tensión donde puede resultar fácil matar, echando leña desde lejos, a una situación conflictiva para sacar una ventaja política. En los ámbitos familiares también sucede: enfrentar a dos para que se eliminen entre ellos y así sacar ventaja. Aumentan en el mundo las víctimas, que no quisieron matar y mucho menos morir pero fueron azuzados por otros (que pasan ocultos en el anonimato) para terminar, después del conflicto, en el cementerio o en la cárcel.

Educar para la paz
No educar es permitir matar o ser muerto de un modo absurdo e irracional. No educar es poner al hombre en los extremos peligrosos. No educar es un desamor muy grande que no debería darse en ninguno.

No se debe echar leña al fuego señalando enemigos armados que nos quieren hacer daño. Se debe señalar al ser humano como un amigo al que podemos ayudar, sea del país que sea. Es absurdo armarse más para enfrentarse. El hombre tiene una gran capacidad para ser educado y para aprender a querer con un amor ordenado. Este es el camino.

Apostemos por la educación y que ésta sea la principal actividad en nuestras sociedades. La educación no puede esperar, es urgente. Los retrasos y las demoras tienen un costo muy alto.

Educando con un corazón ordenado se pueden resolver todos los conflictos humanos que se presenten. Es la manera de poder vivir en paz, sin las angustias de la violencia.

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