lunes, junio 15, 2009

¿Es posible evitar la acepción de personas?
ENEMISTADES HOGAREÑAS


No es poco corriente encontrar personas que están peleadas con sus propios parientes y no se dirigen la palabra. En algunos casos las situaciones se han congelado y se acostumbran a vivir así durante toda la vida.

Existen cuadros dramáticos donde basta un pequeño desarreglo para que se arme un conflicto tremendo, con escenas de violencia que reflejan odio y resentimiento. En muchos casos la ansiada tranquilidad está cogida con hilos y todos viven en tensión pensando que la pueden perder en cualquier momento.

Los hogares donde reina la indiferencia y el desinterés entre los miembros de la misma familia suelen ser ambientes fríos y descuidados. Son duros y toscos para tratarse, y para no pelearse prefieren ignorarse y vivir encerrados en sus cuartos escuchando música o absorbidos por una computadora o un televisor sin que nadie les moleste. Cuando viene la visita cambian fingiendo una serenidad y amabilidad que no tienen.

Errores en el trato familiar
Todas estas situaciones han tenido un origen y un desarrollo previo. No se presentan de un modo automático. Son descuidos habituales que vienen de atrás y fuertes egoísmos que no se curaron en su momento.

En la novela rusa “Los hermanos Karamazov” el médico, que es un personaje importante, confiesa que él se volvía enemigo de la gente al tenerla cerca y decía que podría cobrarle aborrecimiento a la persona más buena, solo porque se metía el dedo en la nariz. Cuando falta amor empiezan a caer mal las personas que viven cerca y con mucha facilidad se podrían originar peleas tontas por nimiedades.

El amor hay que cultivarlo como se cultiva el jardín. Se cosecha lo que se siembra. Si se siembra amor, se cosecha amor y si se siembra indiferencia, se cosecha indiferencia. El que no se ha esmerado en sembrar amor tendrá problemas
con los demás.

Control de calidad
Cada persona debe verificar la calidad de su amor y buscar que exista en su interioridad un auténtico aprecio por las personas que debe querer. Cuando falta el aprecio real se tiende a cubrir esa limitación con cumplidos o manifestaciones diplomáticas de un afecto maquillado con consideraciones falsas.

Esas manifestaciones, que salen casi automáticas (“apuradas” y espontáneas), son como un mecanismo de defensa para quedar bien y poder pasar la página en ese momento. El que las recibe puede impresionarse la primera vez, sin embargo en poco tiempo, descubrirá la artificialidad de esa conducta y empezará a poner distancia.

Es normal que existan entre los seres humanos simpatías y antipatías. Hay personas que nos caen mejor que otras o que pensamos que son mejores porque nos fijamos en unas cualidades que nos gustan. Tendemos a decir, con nuestra subjetividad, que nuestra apreciación es objetiva. Así es de pobretona la sandez humana.

Con nuestros modos distintos de ser surgen también apreciaciones distintas de la misma realidad. Las cosas no se ven ni se sienten de la misma manera, hay variedad de matices. Podemos conocer nuestros mundos internos pero qué difícil es conocer los de los demás. Cada persona tiene sus enfoques, sus modos de sentir y sus reacciones; cada uno tiene sus “cadaunadas” (San Josemaría Escrivá).

Solo el amor hará que nos aproximemos bien a esas diferencias para apreciarlas en los demás, sin pretender manipular en la interioridad de las personas. Se debe querer a los demás como son y no como queremos que sean. Gran parte de los problemas de mala comunicación con el prójimo parten del querer que sean como queremos que sean.

Descubrir que son distintos
Descubrir que son distintos y alegrarnos en un gran paso en la madurez del trato con los demás. Este descubrimiento no nos aleja sino al contrario nos acerca más. No es una tolerancia, es amor. Este amor lleva a una comunicación fluida y armoniosa, mucho más fuerte que la que tienen dos personas que se tienen simpatía porque se parecen entre ellos, o tienen los mismos enfoques.

Cuando hay amor auténtico el proceso de los distintos enfoques o modos de ver las cosas le dan a la relación una solidez de más categoría con una extensión de mucho más alcance. “El bien de por sí es difusivo” Hay mucha más riqueza en la variedad que en la uniformidad.

En las relaciones conyugales los esposos no tienen que esforzarse en ser iguales o parecidos, deben entenderse bien en la diversidad y alegrarse de las diferencias. Deben también manifestar sus diferencias (sin discutir) con sinceridad. No sería correcto, por ejemplo, minimizar una afición para no contristar. La otra parte debe conocer la realidad y la intensidad de las aficiones, gustos y opiniones del otro. Ocultarlo sería mentir. Esta actitud sincera es compatible con no ir al lugar de la afición, para ir al lugar de la afición de la persona amada. Así se teje el amor.

Inclusión de todos
Dentro de los ámbitos familiares existen personas que quieren ocupar un espacio más grande, tienen un afán protagónico y no dejan que otros puedan intervenir. También hay algunos son muy gratos y amables en el trato personal de tú a tú, pero cuando llegan más personas, cambian de actitud y se vuelven más duros y hasta hirientes. Lo hacen sin darse cuenta y empobrecen el ambiente.

En los grupos humanos se dan, cuando se juntan, una multiplicidad de relaciones con “idioma propio” donde se conjugan sentimientos, gustos, enfoques, disgustos, enfados, ironías, uniones y distancias, simpatías y antipatías. Toda una amalgama variopinta y colorida de manifestaciones humanas que solo el amor auténtico de cada uno puede orientarlas hacia la excelencia.

La excelencia más grande es la humildad de la persona sencilla que sabe reconocer y valorar los tesoros que siempre se encuentran en los demás.

Hay grupos (familias, amigos) muy bien logrados, que son edificantes y ejemplares porque se aprecia el cariño que se tienen y lo unidos que están. Son motivos de alegría y de acción de gracias. Lamentablemente también hay grupos detestables, que al verlos dan pena o causan indignación.

La diferencia está en el cultivo del amor. Un procedimiento que exige el esfuerzo de cada uno para poder participar en la comunión armoniosa de los familiares y amigos, sin dejar nunca de lado a nadie. La inclusión de todos en nuestro corazón debe ser real y es lo que hay que buscar cada día.

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