jueves, junio 25, 2009

La vida de piedad
EL REMEDIO DE LOS REMEDIOS

Así llamaba San Josemaría al poder curativo de la auténtica vida de piedad que recomendaba a todos.

Este 26 de Junio del 2009 se cumple el 34 Aniversario de su partida. El recuerdo de su vida y sus palabras han llegado a los lugares más lejanos de la tierra y la extensión de su devoción sigue creciendo por todo el mundo.

El fue en su vida el ejemplo de una auténtica persona piadosa que curó muchos males con su amor a Dios.

Cura los males y las heridas (la piedad verdadera)
Hoy, más que nunca, se necesita para los cristianos el remedio de los remedios que sirve para combatir los males de la época y evitar las heridas y las secuelas de los conflictos provocados por los sembradores impuros del odio, (Camino, n. 1).

La auténtica vida de piedad es una verdadera coraza. Es importante subrayar bien la autenticidad de la piedad (que sea propia y que sea verdadera piedad). Es la única manera de combatir el mal y sembrar el bien, “Enciende los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (Camino, n. 1).

Caricaturas de la piedad (falsa piedad)
El mundo de la piratería también ha entrado en los campos de la espiritualidad tratando de dibujar una piedad que parece real pero es ficticia, quedándose solo en unas “formas” o procedimientos que no están respaldados por la autenticidad del amor. Parece, pero no es. Serían solo manifestaciones externas aisladas a manera de cumplido, hechas para quedar bien.

El pietismo presenta hoy diversas “formas” que van desde intentos poco serios, (con pocas virtudes humanas y excesos de sentimentalismo), hasta actitudes de cinismo, o fariseísmo que son pura hipocresía.

La ignorancia religiosa y el deseo de buscar “el poder” de lo sobrenatural se juntan en personas temerosas que viven dentro de un sincretismo de credulidades mágicas y supersticiosas, tratando de resolver situaciones difíciles.

Un rasgo característico del pietismo es el sentimentalismo: piedad poco natural y exagerada, manifestaciones pueriles con frases esteriotipadas, huachafería en las maneras de expresarse, de vestir o de colocar las cosas, querer llamar la atención con gestos “píos”. Estas manifestaciones, sin virtudes humanas, pueden reflejar mediocridad y ocasionar rechazos.

Cuenta, un famoso escritor de la literatura peruana, con una acentuada ironía y un poco de sarcasmo, la leyenda de una “beata” limeña que estaba buscando novio para su hija y le rezaba todos los días a San Cristóbal la siguiente oración: “San Cristobalito, manitas, patitas, carita de rosa, dame un novio para mi niña que la tengo moza” Así se pasaba rezando todos los días, hasta que el Santo le consiguió el novio y su hija se pudo casar. Pero resulta que el marido no le salió bien y abandonó a su esposa. La mamá, con un gran sentimiento de protesta, le fue a reclamar a San Cristóbal diciéndole: “San Cristobalón, manazas, patazas, cara de cuerno, como tienes la cara me diste el yerno”

Es un ensayo literario que refleja el fuerte sentimentalismo de la madre en su interesada devoción. Pedirle al santo un beneficio y luego pelearse con él porque no le sale como quería es puro sentimentalismo. La auténtica devoción a los santos lleva implícita la identificación con Cristo, (que todos los santos buscaron). Se consigue con la verdadera piedad (el amor a Dios). No es una amistad interesada por un beneficio que se desea recibir.

Las rigideces de una piedad formal
Cuando no existe una piedad suficiente se puede caer en el formalismo y en la rigidez. Si no se corrige a tiempo una situación así, tratando de aumentar la piedad, no se llegaría a la estética, elegancia y armonía que exige una piedad verdadera, y las “formas” que se conserven podrían ser vistas como manías, que producen rechazos.

Cuando no se tiene o se pierde totalmente la piedad la persona suele ser ligera, burlona, iónica, hiriente, atrevida, chacotera, cuentista, burda, grosera, mentirosa, exagerada, grotesca, medrosa, melosa, indiferente, “diplomática”, hipócrita.


Características de la verdadera piedad
La auténtica piedad es la sinceridad de un corazón que ama con orden y trasciende hacia fuera con la belleza de unas virtudes. Hay un comportamiento sencillo y discreto, sin manifestaciones esteriotipadas o infladas. Es un comportamiento natural y bello, por su sencillez.

El piadoso se siente querido por Dios y está feliz. Goza de la protección de la paternidad divina que se refleja en la virtud de la serenidad. No es una persona nerviosa ni angustiada. El don de fortaleza, que está unido al de piedad, consigue en la persona una estabilidad de ánimo, que es un dominio de sí misma.

La persona piadosa tiene un gran respeto y veneración por los santos y por las personas buenas. Es tan grande esa veneración que ve muchas cosas buenas en los demás. Tiene muchos motivos para apreciar a la gente, con verdadero cariño. Recibe como correspondencia el afecto de los demás. Suele ser una persona querida en diversos lugares. Sabe también recibir con paciencia las incomprensiones y adversidades de los demás, sin caer en la ira o en la desesperación.

Hoy, muchas personas piadosas en el mundo, veneran a San Josemaría Escrivá, un sacerdote santo y piadoso que le pedía al Señor 7 años de vida de infancia, para tratarlo como un hijo pequeño que confía totalmente en su Padre y vive en constante agradecimiento.

El alma que se abandona a la acción del don de Piedad, sólo ve en Dios un Padre amoroso que le quiere con toda el alma. Consigue que se desarrolle en su interioridad la caridad perfecta, para tratar con delicadeza y finura a Dios y al prójimo. El corazón de la persona piadosa se desborda siempre de agradecimiento.

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