jueves, diciembre 02, 2010

El costo de los engreimientos y del facilismo

CUANDO EL REY SE CONVIERTE EN TIRANO

Cuando nace un bebe todo el mundo hace fiesta en torno a él y rápidamente se convierte en el centro de atracción de toda la casa. Los familiares se turnan para estar con él y darle todo el cariño que pueden. El bebe se convierte ipso facto en el rey o en la reina del hogar.

Los papás del recién nacido embelezados con la criatura le graban hasta la respiración. Todo lo que hace el bebe les parece maravilloso y genial. Cuando llegan las visitas cuentan con riguroso cuidado las mil anécdotas o incidencias del “rey de la casa”, convencidos de que sus interlocutores no quieren oír otras cosas. La criatura va creciendo entre besos y caricias de los suyos, con elogios desmedidos que se repiten por doquier.

Enseñarles pronto a ser generosos, a sacrificarse y a servir a los demás

Mientras el niño no tenga uso de razón no pasa nada, al contrario, el afecto que reciba de los suyos le ayudará a crecer bueno y sano. En cambio, más adelante, cuando empieza a pensar, hay que enseñarle, cuanto antes, a servir y a ser generoso con los demás, para que los engreimientos no se le trepen a la cabeza y se vuelva un tirano insoportable.

El niño debe aprender que todos somos iguales y que él no tiene más derechos que los demás. Los padres tendrán que ir por delante con el ejemplo renunciando a muchos beneficios y aceptando muchos sacrificios. Así el niño aprenderá que mucha gente necesita de su esfuerzo y será feliz, no porque tiene muchas cosas o porque consigue un buen status, sino porque es útil para ayudar a los demás, sin buscar una recompensa para él. Que tenga la satisfacción de servir y punto. Esto último hay que remacharlo.

La tragedia del niño engreído

Lamentablemente en muchos hogares las cosas no suceden así. Los padres siguen tratando al niño como a un rey y no se dan cuenta del daño que le están haciendo. El niño engreído exigirá todo tipo de atenciones: que le hagan caso en todo, que lo lleven a donde él quiere, que le compren lo que desea. Se sentirá bien cuando sus padres consienten sus caprichos. En la etapa previa a la pubertad puede ser que no de mayores problemas pero después, en medio de la adolescencia, se convertirá en un verdadero tirano que exigirá sacrificios a su favor sin poner nada de su parte y tratará a sus padres como si fueran sus sirvientes, a veces de un modo despiadado e hiriente.

Cuando se dan estas crisis los papás no saben qué hacer, dudan si intervenir con exigencias o dejar que el tiempo arregle las cosas. Cada día que pasa sentirán, con más inquietud, que van perdiendo autoridad con el hijo. Les da miedo intervenir con quien fue nombrado “rey” por ellos mismos y ahora se ha convertido en un “tirano” insoportable.

Se equivocan los padres cuando promocionan demasiado a sus hijos para que logren un posesionamiento en la sociedad en base a prebendas o beneficios obtenidos por amistades o por un “mérito” apañado por un sistema que los protege, dándoles facilidades. Es penoso ver a padres y maestros gestionar escaños sociales para favorecer a quienes todavía no merecen esas oportunidades. Un amor equivocado les puede cegar y después, a la vuelta de los años, la vida les pasará la factura con algún infortunio inesperado: hijos pródigos sin un retorno de perdón y con un pronóstico doloroso y desolador.

Trabajar con seriedad en los cimientos de la formación

A los chicos hay que formarlos para que puedan servir en todos los terrenos, con un verdadero desprendimiento y un amor que crezca de día en día. El liderazgo que falta es el del servicio auténtico. No deben sentirse superiores a nadie, ni dueños o propietarios de un status diferente.

En este mundo de competividad muchos viven sumergidos en una mentalidad de querer algo mejor que el otro. Si uno adquiere un teléfono del año, el otro estará esperando el modelo siguiente para ganarlo, …y así con todo. Es una pena cuando los ambientes educativos se convierten en mercantilistas y frívolos, en los procedimientos y en los fines. Cuando se “crean” oportunidades embelesando a los jóvenes con ambiciones egoístas.

Ya no se forma al chico para que sea bueno sino para que sea competitivo. Los que no son formadores piensan que puede ser compatible la formación y la competividad, (entendida como la búsqueda para la conquista de una mejor posesión de beneficio individual al margen de los demás).

En muchos sectores actuales, donde falta la profundidad de la ciencia educativa, se han colado los microbios del modernismo con planteamientos planos y sesgados que apuntan al éxito de la selectividad en base a las estadísticas de los sistemas actuales más emblemáticos. Es como si en los ambientes de cine se dijera que ahora las mejores películas son las comerciales y las más taquilleras. Si en el cine no se admite una afirmación tan ligera, en educación no se debe caer en la miopía de afirmar que lo mejor es lo que está en cartelera.

Formar para servir y no para competir de un modo egoísta

Al chico hay que formarlo para servir más que para competir y sobresalir dejando de lado a los otros. Se hace urgente distinguir la competividad fomentada por motivaciones egoístas de la competencia sana y disciplinada fomentada en los ambientes educativos para la formación de las personas. La competividad (tal como se entiende hoy) hay que colocarla fuera de los ámbitos educativos.

El colegio y el profesor cuando forman bien a los alumnos: enseñan a comprender, a querer, a servir, a ayudar y dar la mano, a ceder, etc. Esto es lo que el alumno debe aprender en su casa y en el colegio. En las competencias deportivas de un colegio el acento se debe poner en la formación de las virtudes humanas y en la disciplina más que en la competividad de querer aplastar al rival sintiéndose superior con el triunfo.

La sana competencia que puede haber en un ambiente educativo no es la competividad despiadada y de argolla que se ve en la sociedad.

Se aprende a ganar sin humillar, valorando mucho al perdedor, sin dejarlo de lado. Se aprende también a perder, valorando y protegiendo al ganador y no agrediéndolo. Estos postulados no son utopías. Se logran precisamente en los colegios cuando existe una buena direccionalidad hacia la formación y un buen liderazgo por parte de los educadores. Pero en sistemas donde se echa leña para que crezcan ambiciones de beneficios personales, el servicio al prójimo se quedaría una teoría que se menciona y se repite.

No formar un auténtico amor al prójimo en la interioridad de las personas es una grave omisión que afecta a la estructura esencial de la personalidad del ser humano y a la sociedad en general.

Es imposible formar a las personas y llegar a las metas educativas más altas si no se curan antes estas heridas graves que existen en los ambientes educativos más emblemáticos de nuestra sociedad.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto mucho el articulo. Yo vivo en Estados Unidos y es triste ver a padres modernos, profesionales, totalment esclavos de los caprichos de un niño de tres o cuatro años. En hogares que solo hay un hijo(a) los niños no aprenden a compratir y la vida en la casa depende del gusto o disposicion del niño, lo que se come, a donde van de vacaciones, etc. Un articulo muy aparente al mundo actual donde vivimos, donde el consumismo y los medios de difusion masiva nos "roban" si lo permitimos la eduacion y valores morales de nuestros hijos. Que Dios los bendiga a todo esta noche
Richard