Debilidades que hieren
EL SILENCIO PARA PONER DISTANCIA
El silencio deja de ser grato cuando se empieza a sentir el vacío por el alejamiento de alguien que decide poner distancia. Ya no se le siente cerca, hay una actitud esquiva, una ausencia de datos: no dice nada. Prefiere callar que hablar. Se hace “el loco”
Muchos optan por el camino de alejarse sin decir nada y piensan que esa actitud que toman ya es un idioma para que la otra persona tome también sus distancias o medidas. Usan a su favor el manido refrán de que “a buen entendedor, pocas palabras”
La actitud de no decir nada, para tomar distancia o para desentenderse de alguien, no deja de ser una falta de respeto y delicadeza cuando no existen motivos serios y graves para justificar ese modo de proceder.
El injusto silencio de un Jefe
Los malos silencios pueden llegar de una autoridad o Jefe que ya no quiere contar con un trabajador suyo y lo empieza a tratar con frialdad poniéndose distante, o haciendo “hielo” a sus intervenciones.
Los Jefes que no quieren contar con una persona en un trabajo, o en unos proyectos, deben decirle al interesado lo que se pretende hacer con él (cuanto tiempo más va a trabajar, en qué condiciones dejará el trabajo, qué es lo que podría hacer, etc). No decir nada y esperar que pase el tiempo es una cobardía que puede causar heridas irreparables. Aunque al que manda le pueda parecer que ya pasó la página con esa persona, que no tendría derecho a reclamar nada, no es justo castigarla con el silencio. Es un maltrato y una injusticia que exige reparación.
El silencio del traidor
Las traiciones de los hombres se inician también con el silencio. De pronto aquella persona que estaba contenta y comunicativa se enrarece con un silencio preocupante, ya no interviene, no opina, no dice nada, llega tarde, procura no encontrarse con nadie de la casa o del trabajo, trata de no llamar la atención y cuando se le pregunta dice que no pasa nada, que tiene mucho trabajo, que nadie debe preocuparse por él. Trata de minimizar las cosas.
Si ese estado persiste y no se ve claramente lo que está pasando, lo más probable es que haya iniciado una vida oculta y no está dispuesto a reconocerla. Cuando una persona se encuentra en esa situación necesita ayuda de los demás, fundamentalmente de sus seres queridos, de su familia.
Al inicio puede tratarse de una debilidad por un mal momento que puede estar pasando. Podría ser porque las cosas se torcieron y le da miedo ser sincero para rectificar. No se le debe dejar así, aunque se defienda y diga que no se metan con su vida. El mal puede transformar a una persona esclavizándola, para que no salga de un estado de debilidad o corrupción. Al que se encuentra en esa situación hay que pedirle, con mucha delicadeza y firmeza a la vez, para que sea sincero, que diga la verdad sin miedo. Así podrá recuperar la paz que había perdido y con ella, la confianza y seguridad con los suyos.
No tener miedo a decir la verdad
Todas las personas necesitamos abrir nuestro corazón para decir la verdad a quien nos pueda ayudar. Callarse las cosas o querer resolverlas por cuenta propia es un grave error que puede traer consecuencias graves. No hay nada que alivie tanto como la sinceridad. San Josemaría Escrivá aconsejaba ser “salvajemente sinceros” para decir en primer lugar “aquello que no queremos que se sepa, lo que más vergüenza nos da” No debemos tener miedo a contar nuestras debilidades para que nos conozcan bien y así nos puedan ayudar a rectificar.
Muchos problemas se arreglan cuando uno decide decirlo todo, sin guardarse nada. Ocultar algo es estar en peligro y distante de lo que es bueno y honrado. Si hacemos el mal y no queremos rectificar nos alejamos de las personas buenas. En cambio el deseo de rectificación nos hace dirigirnos a las personas que nos pueden curar, diciéndoles la verdad. La misma conciencia nos urge para que hablemos cuanto antes.
El silencio del incomprendido
Otras veces el silencio es consecuencia del temor que tiene una persona de decir la verdad porque piensa que no lo van a entender y le van a quitar el respaldo. Puede que tenga razón en algunos casos.
Las personas duras y difíciles de comprender suelen causar alejamientos en los demás. Es entonces cuando ya no se trata de una doble vida o de una mentira, sino de evitar al que no comprende, o al que no inspira confianza, y resulta molesto y apremiante decirle las cosas. Se piensa que es mejor no decirle nada para que no reaccione mal. Mejor evitarlo porque no va a comprender.
El incomprendido puede tener la razón cuando encuentra en algunas personas dificultades objetivas para sacar adelante trabajos o iniciativas importantes. El silencio puede responder a una actuación inteligente, que en esas circunstancias, tendría una justificación clara que todo el mundo aceptaría. Son situaciones forzosas que justifican un silencio inteligente para que las cosas no resulten peor, desde el punto de vista del bien objetivo.
En cambio cuando el incomprendido es una persona ligera y resentida que no dice nada, para salir airoso con sus caprichos o antojos, entonces las cosas son diferentes. Todo depende de lo que haya en la interioridad de la persona y del bien que se quiera hacer.
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