martes, marzo 20, 2012

La Iglesia y la PUCP

CUANDO LA SAL SE TORNA INSÍPIDA

Carta a Gonzalo Portocarrero

Querido Gonzalo:

Hace unos días alabé tu magistral artículo sobre el espejismo de las rentas y me identifiqué con él en la percepción que hacías de la realidad. Hoy en cambio, al leer el artículo “¿Pura Obstinación?” publicado en el mismo diario no puedo decir lo mismo, al contrario discrepo en el enfoque que haces, aunque dejes en interrogante algunos puntos de la controversia.

Seguramente te parecerá lógica mi postura de tener que defender a las instituciones y al sector donde me encuentro yo, como tu defiendes con lealtad a la institución que estuvo a tu lado toda la vida y que te dio grandes oportunidades para tu realización. Con ese mismo sentimiento muchos defenderán a la universidad que les dio los conocimientos y las facilidades para que sean unos brillantes profesionales.

Tú y yo estudiamos en La Recoleta, el colegio de los Sagrados Corazones, la congregación de padres franceses que nos educó entre 1955 y 1965. Una congregación perteneciente a la Iglesia Católica donde nos dieron una educación conforme a las exigencias de la fe que enseña la Iglesia. Particularmente le tengo mucho cariño y agradecimiento a la formación que recibí de los padres de los Sagrados Corazones. Estuvimos en la misma clase y somos de la misma promoción.

Salimos del colegio en 1965 cuando ya había empezado una fuerte crisis en la Iglesia (seminarios cerrados, sacerdotes que se secularizaron, ideologías que politizaron algunos sectores, etc.). Mirando solo a nuestro querido colegio vemos que ahora, la congregación de los Sagrados Corazones se ha reducido bastante, casi no hay sacerdotes, la formación religiosa se ha disgregado y hasta se ha perdido. Nuestros formadores han fallecido y no hay nuevas vocaciones para una continuidad.

Al salir del colegio tomamos rumbos distintos, tú en la Universidad Católica y yo en los ambientes del Opus Dei, que tú también conociste cuando estábamos en los últimos años del colegio.

No creo que nuestros caminos hayan sido divergentes, creo más bien que son convergentes y estamos andando para volver a encontrarnos. Nos pasará de acuerdo a lo que decimos habitualmente los educadores que la formación principal se recibe en la infancia. Creo que en la infancia recibimos una buena formación (es algo que podemos rescatar los dos) y yo creo que la formación que recibí después consolidó más mi formación de la infancia (en esto podrás discrepar) y por eso soy sacerdote.

Por la formación recibida me he mantenido en una misma línea: la de mis padres, de mis maestros del colegio, de mis profesores de la universidad y de mis formadores. En mi no ha habido variaciones sino continuidad. Y cuando me fijo en la doctrina de la Iglesia (catecismo, moral, teología, liturgia, etc.) veo la misma línea y la continuidad.

En la historia de la Iglesia sucedieron hechos tan graves como significativos cuando se produjeron rupturas que exigían cambios. Por ejemplo Lutero o Enrique VIII, que dieron origen a unos cismas. Quienes apoyaban esas posturas tildaban a la Iglesia como corrupta con oscuros intereses que perjudicaban a las mayorías. Luego la historia puso luz sobre la vida de esos líderes y de muchos de sus seguidores, se podían apreciar también las intenciones de fondo de algunos. Dentro de la Iglesia también existieron líderes con intenciones torcidas que no dieron ningún ejemplo con sus conductas. Y existieron muchos santos que fueron ejemplares y cuentan muchos seguidores. Entre ellos hay Papas, Obispos y sacerdotes, también mártires que dieron su vida para defender la fe de la Iglesia.

Sin embargo, al margen de los aciertos o errores de los seres humanos, existe, gracias a Dios, una doctrina que marca un rumbo y crea al mismo tiempo una sólida unidad. No es solo una unidad de pareceres sino una unidad de vida reflejada en una salud espiritual de comunión con la Iglesia: sacramentos y vida de piedad. “Una misma fe, un mismo bautismo, una sola Iglesia” y lo podemos apreciar también en la respuesta de las grandes mayorías católicas, en la misma actividad de la Iglesia (movimientos, devociones, jornadas, misiones, catequesis, etc.). Nadie llena más plazas y calles que la Iglesia. No lo podrás negar.

Traigo a colación estas apreciaciones para poder explicar lo que está ocurriendo entre la Iglesia y la Católica y que tú llamas Obstinación del Cardenal Cipriani, en tu artículo y no entiendes qué es lo que busca.

Te cuento que al poco tiempo de llegar al Perú, después de mi ordenación sacerdotal en Barcelona, el año 1974, visité al Cardenal Juan Lanzaduri, que era a la sazón, Arzobispo de Lima. Fui a presentarme como un sacerdote recién ordenado que iba a trabajar en Lima. Recuerdo que después de hablar de mis futuras actividades me dijo que él tenía en la diócesis de Lima dos preocupaciones: los sacerdotes y la universidad católica.

De los sacerdotes decía que algunos no le querían obedecer porque se habían apartado del camino por influjo de las ideas marxistas que estaban presentes en la, ahora trasnochada, Teología de la liberación, y de la universidad Católica le preocupaba su “apertura” hacia ideologías anticristianas que estaban haciendo daño a los estudiantes (incluía por supuesto a la Teología de la liberación, entre otras posturas liberales).

Años después me enteré que el Cardenal se había retirado de la Junta de la Universidad por discrepar con los criterios de quienes estaban dirigiendo esa casa de estudios (había de por medio un asunto grave que no quisiera mencionar por respeto a las personas que todavía están relacionadas con la universidad).

Tú afirmas, quizá no estabas informado, que la PUCP tuvo una fluida relación con los Arzobispos anteriores y con la Iglesia Peruana, y no fue así, el Cardenal Landázuri estuvo alejado mucho tiempo, tampoco la tuvo con Mons. Vargas Alzamora que intentó que la universidad respetara su identidad católica ajustándose a las normas de la Iglesia, sin conseguirlo. Además quisiera añadir aquí, por si acaso, que la Iglesia no es nacional sino Universal y que la sede está en Roma. Y de Roma recibe la PUCP el título de Pontificia.

Las cosas están claras. El arzobispo de Lima es la cabeza de la Iglesia en Lima y la Pontificia Universidad Católica se llama así porque es una universidad de la Iglesia y además resulta que el Arzobispo de Lima es el Gran Canciller de esa Universidad. Lo que quiere el Cardenal y la Iglesia es que haya sinceridad y se reconozca las cosas como son. Por eso son las intervenciones.

Además Gonzalo, tu afirmas, ligeramente en tu artículo, que la espiritualidad del Opus Dei está basada en la glorificación indiscriminada del sacrificio y en el ciego acatamiento del poder. Nos estás diciendo con eso que nosotros somos unos sumisos asustados que estamos prácticamente resignados a aceptar un sacrificio que nos quita la libertad. Supongo que serás consciente que el Opus Dei es una Prelatura aprobada por la Iglesia Católica y que su Fundador, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer fue canonizado por el Papa. Yo no entiendo como un profesor de la Universidad Católica pueda decir algo así de una institución de la misma Iglesia, a no ser que haya sido mal informado o la lealtad con su casa de estudios, en estos momentos de conflicto, no le permita medir sus apasionamientos.

Que sepas Gonzalo, que el en Opus Dei y en toda la Iglesia, estamos rezando para que este conflicto se solucione. Si tú buscas la verdad, y eso yo lo creo firmemente, porque te conozco, continúa en ese camino, tú también me dirías lo mismo, por eso nos tendremos que encontrar en la misma vereda.

A nosotros nos pasa lo que a la PUCP y a la Iglesia, lo que nos separa no puede ser más fuerte que lo que nos une y si somos honrados y leales a la verdad nuestros caminos no serán divergentes sino convergentes.

La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, es quien nos cuida para que la sal no se torne insípida y la doctrina sea la misma que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo y que la Iglesia custodia.

Recibe un fuerte abrazo

Manuel Tamayo

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