viernes, marzo 02, 2012

Las penas del justo

COHERENCIA DEL DOLOR Y LA PENA

Muchas y variadas son las penas que padecen los seres humanos por sus semejantes. No a todos les duele igual, con la misma intensidad y de la misma manera. La subjetividad es amplia y llega también a los extremos, y así nos encontrarnos con reacciones muy distintas frente a los mismos acontecimientos.

Si quisiéramos señalar lo que da pena de un modo general, a las personas de cualquier época o lugar, diríamos que todo el mundo sufre cuando:

· muere un ser querido

· lo traiciona un amigo

· le roban una pertenencia

· pierde algo que valora mucho

· recibe una calumnia

· no es valorado o reconocido

· le va mal en los negocios

La lista podría seguir y ser interminable. Parecería que existe un consenso y que todo el mundo sufre por lo mismo, sin embargo no es así.

Las distintas causas de las penas

Hay sufrimientos comprendidos y otros que son rechazados. Un hijo puede comprender y valorar el dolor de su papá por una enfermedad suya y al mismo tiempo rechazar el dolor que tiene, su mismo padre, cuando él llega tarde a la casa. Una persona sin recursos para estudiar, puede valorar mucho el sufrimiento de sus amigos por esa carestía suya y rechazar el dolor que tengan, sus mismos amigos, porque se encuentra en una situación de pecado.

El alejamiento de la verdad y la ignorancia son causa de grandes sufrimientos y equivocaciones. La falta de disposición para conocer bien a los demás crea mecanismos de defensa que dispara la imaginación creando preocupaciones que no deberían darse. Podrían surgir de allí enfermedades psicológicas de consideración, que hacen sufrir más a quienes las padecen y a sus familiares. Por ejemplo el que cree que alguien lo persigue o lo odia suele vivir angustiado con esa preocupación, o el hipocondríaco, que piensa que está enfermo y recurre a todo tipo de medicamentos o el escrupuloso, que se siente miserable, perdido y sin arreglo. Son situaciones irregulares que exigen de una atención especial.

El sufrimiento del que tiene fe

En los aspectos espirituales, la lejanía de una persona con respecto a Dios causa en sus seres queridos creyentes grandes sufrimientos. Al que se encuentra en esa situación de distancia le parece que todos deberían respetar la opción que ha elegido y que nadie debería sufrir por eso. No percibe que el creyente no se está preocupando por la opción elegida sino por las consecuencias que van a venir por esa aparente “libre” elección.

Quien se encuentra en esa situación debería pensar que la persona con fe tiene la certeza de que esa persona querida no solo ha elegido algo sino que ha elegido mal y por lo tanto se encuentra en un mal camino que le hace daño y que pone en peligro la salvación de su alma. El dolor del que tiene fe es un dolor de amor, por la suerte o el estado del que ama. No es un fastidio o una indignación por alguien que piensa distinto.

Cuando el creyente sufre por el descamino del pariente o del amigo, le está diciendo: “yo no quiero que te vaya mal, yo quiero que seas feliz” y se lo dice con toda sinceridad porque lo quiere mucho.

Sería una falta de inteligencia rechazar ese dolor que tiene una motivación honrada y sana, que procede de un corazón que ama de verdad. No es el caso del hipocondríaco, del escrupuloso o del que sufre por amor propio.

También la persona con fe podría estar enferma y tener un desarreglo en su personalidad, pero no sería por la fe, que es una virtud y no una simple credulidad. Existen millones de seres humanos con fe y con una coherencia de vida ejemplar, que sufren mucho por la falta de fe de un ser querido.

Los sufrimientos de las personas buenas por su familia y el prójimo son distintos de los sufrimientos de los que tienen desarreglos ocasionados por enfermedades, descuidos, equivocaciones y también de todos aquellos que tienen ambiciones de beneficio personal. Puede existir también un sufrimiento noble, sano y sincero en una persona que no tiene fe.

El sufrimiento más elevado responderá a un entendimiento que capta la realidad en su verdadera dimensión y quién lo padece quisiera poner de su parte, todo lo que haga falta, para sanar y curar lo que está herido o roto. Hay una intención y una disposición noble, sana y sensata a la vez.

No se le puede pedir a la persona con fe, que ama a los demás, que no sufra. “El dolor es la piedra de toque del amor” Lo importante es saber distinguir entre los sufrimientos. El amor de una persona con fe merece respeto y veneración, como muchos otros sufrimientos nobles. Es muy probable que su dolor no sea desesperado y angustioso porque está matizado por la esperanza en los medios sobrenaturales y en la intervención divina. El dolor puede ser profundo pero, gracias a lo sobrenatural, se conserva la serenidad y la paz. Y así podemos afirmar que la entereza de una persona con fe es digna de admiración y contribuye a las buenas relaciones entre los seres humanos en el mundo.

Los sufrimientos de las personas en general son una llamada a la generosidad. El dolor del que se porta mal puede ser muy grande, por lo que padece y por la indisposición que pueda tener cuando no se quiere dejar ayudar. Estas situaciones se dan, lamentablemente, dentro de muchos hogares, entre los miembros de una misma familia, y muy especialmente en los padres con respecto a sus hijos.

El modelo de sufrimiento más noble que hay en el mundo es Jesucristo, que padeció y murió por nosotros en la Cruz. Del mismo modo, el sufrimiento de la Virgen al pie de la cruz, es tremendamente noble y coherente. Ella nos enseña a saber estar con amor junto al dolor y perseverar allí.

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