martes, marzo 20, 2012

La Iglesia y la PUCP

ET LUX IN TENEBRIS LUCET (San Juan 1,1-18)

Querido Gonzalo:

Todos quisiéramos ser fieles al lema de la PUCP, que está recogido de las Sagradas Escrituras: La luz brilla en las tinieblas.

Todas las personas debemos defender la verdad, sino estaríamos perdidos. La corrupción viene por la mentira y la salvación por la verdad. Someterse a la verdad es ser libres. La verdad no esclaviza. La misma Escritura dice: “la verdad os hará libres”

La obediencia es una virtud para seres inteligentes que entienden que debe haber una autoridad que guíe a los demás por los caminos correctos y por lo tanto, para no equivocarse es necesario obedecer a ciertas indicaciones, pautas o criterios que marcan el rumbo correcto.

Todos obedecemos al capitán de una nave cuando viajamos sin sentirnos esclavizados ni disminuidos, lo mismo sucede con el médico o con cualquiera que nos pueda instruir para que nos vaya bien. Obedecer a los padres en el hogar es necesario para realizarse como persona, igual los alumnos del colegio con respecto a sus profesores, lo mismo los fieles dentro de la Iglesia.

En los aspectos morales encontramos que la Biblia está dirigida al hombre para que cumpla con la Voluntad de Dios que pide obediencia a unos mandamientos y por lo tanto a una moral objetiva. El primer pecado del hombre, que relata el Génesis, es la desobediencia de nuestros primeros padres Adán y Eva, porque querían ser como dioses y allí se origina la descomposición del hombre. Aparece el pecado: oposición a Dios y a todo lo de Dios.

La sociedad humana está estructurada de un modo vertical. Empezando por la familia la cabeza es el padre. Luego podemos contemplar que en todas las instituciones y trabajos se funciona con gente que manda y gente que obedece, con autoridades y súbditos. Así es y seguirá siendo la vida de la humanidad. Es lo natural. Para que tenga sentido la horizontalidad debe respetarse la verticalidad.

El poder de la autoridad o de la ley no es sinónimo de corrupción para unos y esclavitud para otros. El estar alto no significa querer un poder para abusar con él. No me imagino por ejemplo al Papa Juan Pablo II abusando del poder. Todo el mundo lo quería, llenaba plazas y el día de su muerte millones lo fueron a ver a la capilla ardiente y el día de su sepultura las multitudes pedían ya su canonización. ¿Era acaso una persona abusiva que esclavizaba a los demás, estaba corrupto y hacía daño? Como él hay miles y millones que siendo autoridad y ejerciéndola conducen todo a buen puerto. Los mismos futbolistas buscan un entrenador con autoridad.

Tuve la enorme fortuna de vivir tres años en la misma casa que el Fundador del Opus Dei en Roma. Era un hombre que irradiaba amor a los demás por todas partes. Era de esas personas nobles y buenas que tú estás dispuesto a seguir hasta el fin del mundo. Nos hablaba de seguir por un camino de santidad en medio del mundo y nos pedía ser fieles para no salirnos del camino. Nos hacía ver que el camino del bien era muy ancho y que se podía recorrer de muchas maneras pero sin salirnos de él. Obedecíamos con verdadera alegría y con muchas ganas porque lo que te decía era coherente, de una gran sabiduría y te hacía un bien enorme.

Ese hombre que conocí en Roma era Gran Canciller de la Universidad de Piura. Le tenía un enorme cariño al Perú, rezó e hizo rezar para que los peruanos nos queramos mucho y estemos muy unidos (era un consejo muy bueno para obedecer, ¿o no?).

Yo veía que los piuranos de la universidad trataban con enorme cariño a su gran canciller. Años después el actual Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría visitó nuevamente la universidad. Todo el mundo se volcó para recibirlo con cariño. Nos sentíamos acogidos y agradecidos con su visita. El ambiente era de cordialidad y alegría natural. No era ningún montaje, como el que hacen los gobiernos totalitarios para impresionar al mundo haciéndoles creer que todos están de acuerdo.

El 2010 el Gran Canciller de nuestra universidad volvió a visitarnos. Se organizaron encuentros multitudinarios con la participación de muchísima gente. Allí estaba toda la comunidad universitaria profesores, personal de servicio, alumnos, padres de familia, todos unidos en un mismo querer, felices y agradecidos por la visita del Gran Canciller. Lo que te estoy narrando en este párrafo son hechos reales que además están filmados. Me gustaría pasarte las películas de esos días de visita para que veas el gratísimo ambiente que había y la felicidad de toda la gente. Como me gustaría que la PUCP y las otras universidades tengan algo similar.

Tienes razón cuando hablas de la corrupción del poder. Nadie puede estar de acuerdo con un poder corrupto. Te acordarás, -y tú estuviste en la presentación de mi libro: “La presencia de Dios en la lucha contra la corrupción”- que denunciaba los abusos de un autoritarismo injusto.

Cuando las autoridades se portan mal hacen mucho daño. La Iglesia siempre reza por las autoridades (civiles, militares o eclesiásticas) para que sean fieles y sepan ejercer sus cargos con un espíritu constante de servicio y verdadero desprendimiento.

Jesucristo sufrió mucho por Judas que lo traicionó. En la Iglesia el Papa y todos los cristianos hemos sufrido mucho por los que no supieron ser fieles con sus compromisos y traicionaron a la Iglesia. En tu escrito mencionas al fundador del sodalicio y no fue él, sino otra persona que tenía al lado; ¡que Dios tenga misericordia de todos los pecadores, incluidos nosotros! . Nadie es inmune, todos podemos caer. Es por eso que necesitamos oraciones. Los que rezan son los que triunfan.

En tu libro Oído en el silencio distingues entre la culpa real y la culpa imaginaria y pones el acento sobre esta última para que el hombre no se “condene” en la tierra a ser súbdito de una ley aplicada por una autoridad que le pide su libertad para someterlo.

San Josemaría Escrivá decía: “también se alimenta al buey para llevarlo al matadero” La ley no está hecha para esclavizar al hombre sino al contrario para que sea libre. El hombre que se sale de la ley de Dios y quiere ejercer la autoridad se tuerce fácilmente y engendra ese tipo de autoridad que tú repudias y yo también.

No podemos olvidar que hace muchos siglos llegó al mundo Jesucristo para anunciarnos el Reino de los Cielos y en lo más elemental de su mensaje nos hizo ver que todos los hombres somos pecadores. El mismo San Pablo decía “siento una ley en mis miembros que es distinta a la ley de mi mente y me esclaviza, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Jesucristo llegó como el Mesías, el salvador, el liberador, el redentor. Y es la Redención la que continúa haciéndose hasta ahora en toda la tierra.

Sentirse culpable de ser pecador no es acomplejarse y perder la libertad, es reconocer la verdad para ser libres con el Redentor. Si el Reino de los Cielos se alcanza con el mérito propio (fructificar los talentos) y la gracia de Dios (sacramentos), es una verdad de la Revelación que la Iglesia nos enseña. Nadie se siente menos por tener que obedecer a Dios, tampoco se pierde la libertad al estar dentro de la Iglesia siguiendo unas indicaciones.

Cristo no viene solo para rescatar a un grupo de personas privilegiadas, viene para todos. La salvación no es privilegio de unos pocos. Es para todos.

En este conflicto de la Iglesia y la PUCP procuraremos que gane Dios y la verdad. Lo que está en juego es lo trascendente. Los que rezan y procuran estar en gracia de Dios desean que todos ganen, que todos sean felices, que todos estén unidos, que traten muy bien a la gente, que todos se quieran. Que se vayan las tinieblas y retorne la luz. Como dices en tu libro: “las cosas pueden ser mejores y aprender tiene sentido…Mi método ha sido abrirme a diversos saberes heredados y ponerlos en diálogo con la vida” Y eso es lo que estamos haciendo. Estamos más cerca.

Un fuerte abrazo:

Manuel

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