martes, abril 07, 2009

A propósito de la Semana Santa
Impunidad, vindicación y perdón


Hoy está de moda apelar a la falta de impunidad, cuando, por diversas circunstancias, se deja de aplicar la ley por los delitos cometidos. Estamos tan acostumbrados a oír estas protestas, que nos parece que lo normal es reclamar la sanción, aunque se trate de un asunto insignificante. Creemos que tendrá éxito “rasgarse las vestiduras” y pedir el castigo correspondiente, sin mayores reflexiones.

Como sabemos, impunidad es la situación de falta de castigo en que queda un delito y su autor, cuando no ha recibido la sanción penal correspondiente. Si enfocamos bien el tema habría que advertir que pueden existir errores en los planteamientos:
  1. Cuando se reclama el castigo como venganza de la ofensa recibida.
  2. Cuando se maneja el tema de un modo político y se toma una decisión partidaria que podría ser injusta.
  3. Cuando la moda o circunstancias del momento presionan y eso determina la decisión.
Saber Corregir al que se equivoca
Cualquier persona con criterio moral rechaza la impunidad. No se pueden dejar las cosas mal hechas como si nada hubiera pasado. El que ama sabe corregir a tiempo. Ahora bien, la aplicación de las sanciones o castigos no solo depende de las leyes sino también de las personas. Una persona correcta, noble y de buen corazón, aplicará las sanciones de una manera distinta a una persona deteriorada internamente y con deseos de venganza.

Hay un viejo refrán que dice: Para los enemigos la ley y para los amigos la epiqueya” La “epiqueya” es la interpretación benigna de la ley. Cuando el corazón está ordenado se aplica la ley queriendo el bien de las personas, tanto del ofendido como del agresor. Entonces se castigará al agresor como un padre castiga a su hijo, por su propio bien y para que mejore. El castigo merecido y dado a tiempo puede ser también ejemplar. Así los demás aprenden que el mal hay que sancionarlo y no debe repetirse. La vindicación es un castigo al agresor para que todos, (incluido el ofendido) vean que debe corregirse la falta; también es un mecanismo para defender a la sociedad. En la formulación y aplicación de estos castigos no deben existir odios, ni venganzas. Son medidas para el bien de todos y especialmente del castigado.

En la nobleza de un corazón, que aplica la pena buscando justicia, está también la grandeza del perdón. Jesucristo es el gran maestro del perdón. El mismo nos pedía perdonar a todos. La disposición de perdonar es propia del que sabe amar.

Ser intransigentes con el error y comprensivos con las personas
El que tiene bien su corazón aplicará las sanciones con justicia y al mismo tiempo sabrá comprender y perdonar. Esta actitud no tiene nada que ver con la impunidad ni los favoritismos parcializados. Es la conducta del que sabe ser intransigente con el error y comprensivo con las personas. Un padre puede castigar a su hijo prohibiéndole salir, pero al ver su buena conducta o su arrepentimiento, tiene compasión de él y le levanta la pena.

No son pocas las veces en que las autoridades actúan perdonando a los culpables y sin miedo a las críticas de quienes ven con malos ojos el perdón. El que sabe perdonar demuestra una gran calidad de vida.


En este tema, como en muchos otros, la educación juega un papel importante. Se debe orientar al culpable hacia el arrepentimiento y al agredido pedirle que sepa perdonar, aunque eso no quita que se pueda aplicar la sanción correspondiente.

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