viernes, abril 03, 2009


Vale la pena amar a los demás
LOS PECADOS DE LA TOLERANCIA

Parecía que la Tolerancia iba a marcar una etapa de mejoría en las relaciones humanas desde los inicios de este tercer milenio. Quienes abogaban por ella querían una sociedad más abierta y menos estresante, donde todos pudieran encontrar un espacio de libertad, sin presiones y sin mayores obligaciones.

Esta mentalidad que se fue formando, se alejaba cada día más de lo formal, y adoptaba modos de ser desinhibidos y ligeros, de conductas atrevidas y desaliñadas. Parece que el hombre en vez de ser más comprensivo con los demás, estaba reclamando una sociedad más tolerante para sus propios caprichos o estilos de vida personales. Exigiéndo un espacio más amplio para sus proyectos individuales y logros futuros.

Ahora nos encontramos con una sociedad “tolerante” que multiplica sus protestas reclamando más tolerancia y le da carta aprobación al tolerante de marras para que muestre con sus actitudes, un respeto por los demás que sólo puede ser de corto alcance y muchas veces artificial: “me parece bien lo que hagan los demás, pero déjenme a mi tranquilo, no se metan conmigo” No es tolerante, es permisivo y a la vez indiferente: Permite todo pero no le importa nada. "Yo vivo mi vida y los demás que vivan la suya...," “...que cada palo que aguante su vela”


Tolerancia en el hogar


Las cosas se complican en la relación de los padres con los hijos y de los maestros con los alumnos.

Los padres que son tolerantes con los hijos y les permiten todo, son los que más sufren luego, en carne propia, las consecuencias de ese modo errado de proceder. Lamentablemente ha aumentado en el mundo la inestabilidad familiar. En esta época de la Tolerancia ha crecido significativamente el número de separaciones y divorcios.

Cuando en la casa faltan los padres para corregir a los hijos, éstos crecen inseguros o con una falsa seguridad. Se les puede ver en los primeros años de su vida sueltos y atrevidos, por el ambiente de tolerancia que tienen en su propia casa, pero luego, cuando entran el la adolescencia suelen presentar conductas conflictivas y difíciles de revertir.

Todavía existen padres que piensan que los hijos resultan más conflictivos cuando hay falta de tolerancia y que las personalidades heridas son consecuencia de las presiones u obligaciones de unos padres o maestros intolerantes. En algunos casos es verdad, cuando falta la comprensión y el amor en el hogar y falta que los profesores sean verdaderos maestros en los colegios.

Pero el problema que está agravando la situación actual de los jóvenes es consecuencia de la permisividad. La balanza se ha inclinado para el otro lado.

La Tolerancia lleva a que los padres “confíen” en que sus hijos “libres” de presiones, saldrán adelante sin complejos ni temores.



La tolerancia en la escuela


Todavía, en algunos ambientes, los padres reclaman más tolerancia con sus hijos en los colegios.
Temen que el colegio sea severo y exigente con la disciplina y la conducta. Sueñan con la utopía de un colegio ideal basado en la tolerancia y en la inclusión, (conceptos que se han puesto de moda aunque la mayoría no sepan sus alcances y limitaciones).

Tal como están enfocados en la actualidad, ambos conceptos están más cerca de la política que de la educación. Muchos se han creído el “cuento” de que la tolerancia depende de campañas, o de avisos publicitarios que la reclaman.

Todos hemos sido alumnos de algún colegio y sabemos bien que los niños y adolescentes son crueles con los demás si no se les forma en las virtudes y para formarlos bien, los márgenes de tolerancia deben ser más cortos.

Si la sociedad reclama para el Transporte público: “Tolerancia cero” No es posible que en los colegios los profesores estén con miedo de intervenir en los alumnos para exigirles una disciplina.

Muchos padres de familia y colegios son los responsables del descalabro de muchos jóvenes que no fueron exigidos para adquirir una disciplina de vida por la utópica idea de pensar en las bondades de una tolerancia, que no llega ni siquiera a los límites de una buena comprensión con los adolescentes.

El amor es mucho más grande que la tolerancia


La persona que ama no deja pasar una mala conducta o una mala acción en la persona amada. Le puede doler corregir pero termina haciéndolo. Los padres que quieren a sus hijos les aconsejan y advierten constantemente. Están al tanto, no se descuidan, dedican tiempo y no se cansan, porque tienen amor. Lo mismo sucede con los buenos educadores, saben meterse en la vida del alumno con una delicadeza y una finura que es propia del amor que tienen.

Cuando hay amor, se dice y se transmite la verdad, con la prudencia necesaria y el don de la oportunidad. La vida tiene muchas etapas. No es lo mismo un niño de 9 años que un adolescente de 15 o uno de 23. Los padres y maestros sabrán qué es lo que tienen que transmitir y enseñar de acuerdo a la edad de las personas.

Es necesario cultivar el amor para que crezca y no nos quedemos en la tolerancia, que es solo el primer escalón.

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