jueves, abril 30, 2009


Tragedias inesperadas

LA POBRE FRAGILIDAD HUMANA

La fábula del sapo cuenta que éste se sentía el rey de los animales y muy orondo hinchaba su pecho sintiéndose grande y poderoso con la triste seguridad de su vanidad. De pronto pasó una aplanadora y lo mató.

Algunos hombres contemporáneos pecaron de lo mismo, se sentían muy seguros con las bonanzas que habían conseguido en la vida y de pronto algún suceso de la historia, que apareció de improviso, los dejó fuera de juego, demostrándoles una vez más, que el hombre es endeble y muy poca cosa. Esto no se puede olvidar.

Botones de muestra


La codicia humana
Hace menos de un año un gran sector de la humanidad vivía tranquilo con los ingresos de dinero y las oportunidades económicas que se presentaban favorables para ellos, hasta que llegó, como un aluvión imparable, la actual crisis en la economía mundial.

La crisis financiera, que empieza en el país más poderoso del mundo, pone a muchos en la quiebra con pérdidas millonarias y deja sin trabajo a millones de personas. Repercute en muchos países como España que tuvo que despedir a cerca de cuatro millones de personas. La China, que se presentaba como en gran gigante asiático, con una buena cúpula de millonarios y un ejercito de peones, todavía no sabe cómo evitar sus millonarias pérdidas.

En una situación parecida se encuentran muchos países del mundo mientras que otros parecen esperar su turno para caer.

Faltas de previsión

En los días de Semana Santa, la ciudad de L´ Aquila, (en el centro de Italia y a dos horas de la ciudad de Roma), es sacudida por un fuerte terremoto que siembra la muerte y la destrucción en toda la región. Italia queda conmovida durante varios días. Se considera que ha sido una de las peores tragedias después de la famosa e histórica erupción del Vesubio que enterró y petrificó a miles.

Ahora México está sufriendo las consecuencias de la gripe porcina. Un país tan católico como Italia, con una fuerte devoción a la Virgen de Guadalupe, pero también, un país que tiene, en sus clases dirigentes, un fuerte laicismo que se opone a la Iglesia y un elevado índice de corrupción, es azotado por una enfermedad que se ha convertido en una pandemia mundial. Las muertes, en el país de los mariachis, alcanzan a más de un centenar de personas.

Descuidos inaceptables

En el Perú vamos dando saltos de mata donde hay caídas y recuperaciones. Hace poco tuvimos el terrorismo, después el terremoto y ahora los accidentes viales que han matado a miles a pesar de los programas de tolerancia cero (cientos de pasajeros muertos, choferes ebrios, los desórdenes de la informalidad). Por otro lado hemos alcanzado en los últimos años una admirable recuperación económica que nos ha colocado entre los países más solventes de América del Sur. No podemos dormirnos en los laureles porque “en la puerta del horno se puede quemar el pan”.

Hay que tener mucho cuidado con el “optimista” de marras, que quiere minimizar las cosas y contribuye a empeorarlas. San Josemaría contaba de una madre que le decía su hijo aviador, con todo el cariño de su corazón: “¡hijito, vuela bajito y despacito!”

La Presunción y ceguera del hombre frente a la realidad

El hombre se resiste y no quiere aceptar la realidad tal como es. Prefiere cerrar los ojos y los oídos para no escuchar de dónde viene y a dónde va. Quién lo trajo al mundo y cuál debe ser su destino.

Muchos hombres siguen distraídos en sus afanes con la cabeza metida en el hoyo del materialismo, peleando para tener más y tratando de defender sus posiciones (Estados, ciudades, familias, individualidades). Los hombres viven peleándose unos contra otros y no ven la realidad. Lo vemos todos los días en los políticos y en los medios de comunicación. ¡Qué pérdidas de tiempo!

Dios interviene siempre en la vida de las personas. Algunas veces permite situaciones más difíciles para que el hombre despierte y reaccione frente a la realidad de lo que es y de lo que le espera.

Pienso que muchos, con motivo de las recientes catástrofes que azotan el mundo, habrán desempolvado sus libros de oraciones rogándole a Dios protección para ellos y para sus seres queridos afectados.

Mientras que otros, (a los que no les ha pasado nada), contemplan los sucesos mundiales como fenómenos que ocurren y que podrían ser peligrosos. Exigen mayores medidas de seguridad. La presunción de creer que bastan los sistemas de seguridad les da una “tranquilidad egoísta” porque piensan que ellos están lejos de ser afectados. Estos suelen ser los que tienen más recursos. Luego vienen las sorpresas y sucede lo que parecía increíble.

El hombre sin Dios no consigue nada, por mucho que sea su empeño. “Sin mi nada podéis hacer” dice el Señor en los Evangelios y sus palabras se cumplen al pie de la letra.

Cualquiera que sea nuestra situación es necesario eliminar la presunción. No necesitamos autoestima, como aconsejan muchos en esta sociedad sin brújula, necesitamos amar a Dios. Si Dios no está antes en los afectos de nuestro corazón terminaríamos peleándonos tarde o temprano con las personas que más debemos amar y nos llenaríamos de temores y angustias al ver que todo lo que parecía indestructible termina perdiéndose.

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