viernes, mayo 31, 2013


ASU MARE,  RISAS Y LÁGRIMAS DE UNA REALIDAD
Un éxito sin precedentes como película taquillera que todo el mundo quiso ver para reírse un poco con las ocurrencias de Carlín que, con buen humor y picardía, iba explicando como fue conquistando nuevas situaciones en la vida, tratando de superar una realidad difícil, de atrasos y limitaciones, en una sociedad, todavía despistada para acertar en lo que vale la pena hacer para vivir mejor.
Las risas del público por las ironías y vivezas criollas del actor eran también la aceptación a un estilo de vida popular generalizado en todo el país, que consiste en trepar con la ocurrencia, colocarse en un status al lado de las clases altas y sacar provecho en lo que se pueda, poniendo a los ricos en berlina. Es una manera fácil de subir sin perder la categoría popular. Se sigue siendo del pueblo retando a los “pitucos” con una simpática socarronería que se presta para todo tipo de remedos e imitaciones que hacen reír al sencillo que admira los métodos tradicionales de la picardía criolla.
Este estilo de vida dibuja también los cuadros de los callejones de la vieja Lima, las visitas a la parada y a la sofisticada Gamarra para las compras de la comida y ropa de calidad, más barata que en los Molls de los ricos del sector A; retrata también los conciertos de  los locales chicha, donde la presencia de la cerveza es fundamental para solventar los gastos y donde no hace falta una vestimenta de marca para disfrutar del baile popular, que dura hasta altas horas de la madrugada, como el que realizan los otros en el boulevard de Asia.
Lo populachero con plata no va con la lógica de lo formal y ordenado, la huachafería y el querer llamar la atención, conviven sin escrúpulos. No importa combinar un polo arrugado y despintado con un relojazo dorado, que parece de oro, en la muñeca,  o una casa vieja y desordenada con un carro último modelo, de marca.  Prima lo que llama la atención para decir: “yo también puedo tener” “yo también soy rico” como si fuera esa la meta para ser feliz.
Los cuadros de un criollismo en ebullición con un populismo de un país, que por sus formas, parece bananero, contrastan con la ansiada cultura, que era aspiración de otra época y que nuestros antepasados trataron de inculcarla con ayuda de los extranjeros.  Sin embargo, esta invasión del pueblo, no fue solo de poblaciones en los cerros con escaleras pintadas de amarillo, es influjo “cultural chicha” que encaja perfectamente con la comodidad del relativismo contemporáneo, que busca fundamentalmente pasarla bien sobre todas las cosas y que “no me fastidien con reglas y reglamentos”, tampoco con aspiraciones de regresar a una cultura “que ya fue”.
El modelo del cachaciento y sentimental hasta las lágrimas de  Augusto Ferrando, fue imitado, con distintos estilos, por personajes que se subieron al trampolín de la fama por las escaleras amarillas de un pueblo joven y ahora están muy alto, con plata asegurada y buen humor. Es el síndrome de los chistosos que saben sacar partido hasta de las más grandes tragedias y le piden a todo el mundo que nadie se pique, aunque salga mal parado por el cochineo.
¿Debemos seguir siendo así?  o es el momento de tocar la campana para que se acabe el recreo porque debe llegar la hora de tomarse las cosas en serio para que la vida no tenga consecuencias de tragedia y mediocridad. Entonces ya no nos podremos reír. Cuando ponemos luces sobre limitaciones y miserias podremos mirar con una gran comprensión a las personas que se esfuerzan en esas circunstancias, el buen humor también hace efecto de anestesia, pero…. ¿no tenemos que esforzarnos para elevar el nivel de nuestras costumbres y de nuestra vida?
Agradecemos sus comentarios

jueves, mayo 23, 2013


La tragedia de la incomunicación familiar
INCOMPRENSIONES MORALES
La diversidad de criterios y mentalidades del mundo contemporáneo ha creado una suerte de incomprensión, permanente y tercamente inamovible en la relaciones humanas entre personas próximas, que aumenta con el consenso “moral” de la opinión de las mayorías en temas trascendentales. El tolera y calla, indigesta la interioridad de las personas porque se ven impedidas de ayudar a los más cercanos. Al estar reprimidos sin poder decir nada, se da paso a una crítica interna atroz que termina generando con el tiempo, la indiferencia más cruel.
En un mismo lugar y frente a los mismos hechos pueden convivir personas con criterios totalmente opuestos en temas de fondo, que estarían plenamente  de acuerdo con una uniformidad o formalidad, a estilos de vida cómodos e independientes, donde nadie se mete con nadie. Lo uniforme es acostumbrase a vivir sin meterse en la vida de los demás, quedarse callados y no opinar sobre lo que hacen o no hacen los que viven al lado.
Estas características son típicas de una sociedad relativista. Al dejar de lado la verdad, la moral se subjetiviza; cada uno quiere imponer su modo de ver las cosas, para que se actúe según su criterio. Si no lo consigue se quita de en medio, cayendo en la política de la no intervención, que respeta las “verdades” de los demás sin darse cuenta de la incomunicación que está generando. No querer actuar es aislarse y querer que todos hagan lo que yo quiero es conseguir que los demás se alejen.

La moral y la comunicación
La moral por sí sola no es comunicativa, no persuade, es como el semáforo: si está verde se puede pasar, si está rojo hay que detenerse. Lo que persuade y comunica son las personas que viven de acuerdo con la moral, si aciertan con las leyes son libres y pueden conseguir muchos bienes. El bien de por sí es difusivo, influye. El bien es superior al mal.
Cuando las personas no viven de acuerdo con la verdad, o la ley moral, que es universal, la “moralidad” de sus criterios, por el modo de ver las cosas, oscila entre la tiranía y la “manga ancha” o permisividad. La conducta que se deriva de estos criterios aleja a la persona de las personas. Si a una persona no le parece como actúa la otra, se pone a distancia y luego termina poniéndose a distancia de la mayoría, (de unos más y de otros menos), y se queda rodeada por unos muros que fabrica con ese tipo de actitud.
Hoy, lamentablemente, muchas personas que están rodeadas de gente, no pueden comunicarse con nadie en los temas trascendentes, los más profundos e importantes de los seres humanos.

La incomunicación en los hogares
Se puede ver claramente que en muchos hogares los padres pierden la comunicación con los hijos y si ésta no se arregla a tiempo se cae en un tipo de relación de “respetos” y “tolerancias” donde el permisivismo, pone una venda en los ojos, que impide ver la vida del hijo “cercano”. Cuando se dan estas circunstancias, las angustias y las incomprensiones crecen sin parar, los nervios y las tensiones se alternan con el pesimismo y las depresiones. Vivir en vilo de un modo habitual crea inseguridad y destruye la paz de los ambientes familiares.
Cuando las cosas empeoran en el hogar se puede, por cansancio, caer en la indiferencia, que es una grave enfermedad del corazón. La indiferencia es tibieza total, falta de amor. El ambiente familiar se construye con el amor entre los miembros de una familia.  La indolencia de una persona, que podría parecer madurez (mirar los problemas y no sentirse afectado), es como bomba de tiempo que tarde o temprano termina estallando.
La incomunicación consentida, como si se estuviera por encima de los problemas, hace a las personas duras y desalmadas. La costra que crece en el alma oculta una grave herida que si no se cura ocurre lo que decía un famoso filósofo de la antigüedad: el hombre se convierte en un lobo para el hombre.
La falta de comunicación es un enfriamiento en las relaciones familiares que produce intervenciones hirientes y amenazantes en las relaciones familiares: “no se metan conmigo”, “yo soy libre y hago lo que me da la gana” y después: huidas constantes sin avisar a nadie,  silencios prolongados, caras largas de aburrimiento y la construcción barreras o muros para que no se metan en sus vidas. Un encerrarse en una privacidad absoluta que es una verdadera esclavitud.
En esas situaciones es fácil crear  una “moral” subjetiva (para demostrar que se hace algo bueno) pero no tiene peso cuando falta la disposición de acercarse al prójimo rompiendo la barrera de la indiferencia y de la incomunicación.
Los que quisieran ayudar a un ser querido distante por esas circunstancias,  se ven atados de manos y con una gran mordaza en la boca. Estas situaciones hay que evitarlas desde los inicios con relaciones familiares armoniosas donde haya una comunicación fluida en un ambiente de paz y de amor. Qué difícil es tratar de arreglar una situación de incomunicación originada por un mal acostumbramiento en las relaciones familiares: cuando cada uno fue por su cuenta. El relativismo tiene mucha culpabilidad al crear una conciencia de que da lo mismo comportarse de cualquier manera con tal de no molestar a los demás.

Incomunicaciones sociales
Las incomunicaciones sociales son situaciones absurdas de nuestra sociedad creadas por el relativismo. En los ámbitos laborales, fuera del hogar, es ridículo observar los escenarios de las incomprensiones morales entre dos sectores opuestos de la sociedad, el afán de protagonismo para brindar una buena imagen no deja de crear situaciones que podríamos calificar de hipocresía social, donde se ventilan las leyes o reglamentos, como criterios a tener en cuenta, con una falta de rectitud total,  y peor cuando se llama a los árbitros o facilitadores de encuentros, que logran, como gran cosa, conseguir una tregua para que en la foto salgan las dos partes dándose la mano y sonriendo frente a las cámaras, como si existiera un real acuerdo. ¡Cuánto tiempo se pierde! y ¡cuánto dinero se gasta! en esas actuaciones de circo, que engañan a la sociedad.
Los sectores opuestos se autocalifican de moralizadores y se acusan mutuamente de corruptos. A la hora de pelear desaparece el relativismo, ellos son los buenos y los otros son los malos. Los “buenos” deben ir al poder y los “malos” a la cárcel. Son juicios donde desaparece la tolerancia. No existe la verdad y mucho menos la comprensión y el perdón.
Lo que vemos en la calle tuvo que corregirse antes en la casa. Es un problema de falta de educación.  El éxito social no es el éxito económico. No se educa para tener plata ni se vive para tener. El hombre que busca tener para ser, se deshumaniza.
El hombre tampoco nació para el placer y la diversión. Si se le da mucho placer y exagera en sus diversiones crece inseguro y se lo puede llevar cualquier viento, crece sin fortaleza y no podrá resistir las inclemencias de un clima hostil.
El hombre no ha venido al mundo para hacer cosas. Ha venido para ser bueno. La moral no es hacer cosas buenas sino ser persona buena. Solo siendo persona buena se sabe cómo son las personas. Las cosas buenas dependen de las personas buenas y no al revés. Las personas buenas son las que saben comunicarse y ayudan a que todos estén comunicados. Esta comunicación de llama Unidad.
Agradecemos sus comentarios

jueves, mayo 16, 2013


El deber de cuidar la finura y delicadeza de la mujer
LA REAL DEBILIDAD DEL GENIO FEMENINO

Decir que el sexo femenino es débil no es peyorativo ni despreciativo, expresa más bien una realidad que es muy importante tener en cuenta. Solo contemplando la imagen del hombre y la mujer se ven claras las diferencias en cuanto a fuerza y debilidad. Que la mujer sea débil no es para descalificarla o buscar para ella una fuerza o fortaleza que no le corresponde. La mujer nunca será como el hombre porque es mujer. Y el hombre no es modelo de fuerza para la mujer.

Una característica de la mujer es la finura, es un ser delicado que necesita cuidado y protección. Cuando ocurre algo violento la mujer resulta más perjudicada que el hombre, le afecta más, llora, se desespera, hace más escándalo en situaciones difíciles.

En lo referente al sexo, los desordenes la perjudican más, suele ser más víctima que el hombre. El hombre puede arreglárselas dentro de su independencia, la mujer tiene mucha más dificultad, necesita compañía, orientación; ellas son más dependientes de los demás, buscan con mucha frecuencia el consejo (de la mamá, de la amiga, del sacerdote, del médico) que  para ellas es muy importante lo que puedan oír de esas personas, en contraste con los hombres que prefieren decidir por su cuenta, aunque se equivoquen.  Cuando las mujeres se apartan del camino se hacen más daño que los hombres. La caída de una mujer es más dura y estrepitosa, si acepta la tentación queda totalmente derrotada; por eso el diablo tentó primero a la mujer. Son ellas más vulnerables para las posesiones diabólicas, (según las estadísticas de los exorcismos).


La debilidad femenina no es inferioridad

Ninguna de las consideraciones que hemos hecho es peyorativa con respecto a la mujer, nuestra visión no es machista ni discriminatoria. Decir que la mujer es más delicada y afirmar que necesita más cuidados que los hombres es de sentido común en todos los países del mundo y en todas las épocas.

Es un error querer equiparar al hombre con la mujer como si fueran iguales. Las diferencias hay que conocerlas bien para que haya justicia y caridad, para que mejoren las relaciones entre los seres humanos. La sociedad vivirá mejor si cada uno ocupa el puesto y el papel que le corresponde. No deberían existir puestos o papeles inferiores, sí distintos.

Cuando se coloca a las mujeres en los lugares que son propios de los hombres se nota un desarreglo que afea el cuadro. No es estético ni armonioso. Sucede como con el vestido. Querer imponer una moda con algo indecente resulta burdo y antiestético. Sin ir muy lejos, ahora las mujeres pueden jugar también fútbol y algunas podrían ser muy habilidosas y competentes en ese deporte, pero si las comparamos con los hombres las diferencias son enormes.

El mundo  habla constantemente de los grandes jugadores (todos hombres) y de los emblemáticos equipos de los grandes campeonatos (todos de hombres),  ¿Y qué pasa con las mujeres futbolistas?  ¿Quién destaca? Todos se callan en “7 idiomas”, nadie habla de ellas,  porque no pueden alcanzar el nivel de los hombres... Entonces: ¿Porqué insistir en algo que no es para ellas?

La fortaleza de la debilidad femenina

En el mundo hay muchas actividades que son para mujeres, allí se las ve muy bien y pueden destacar. La mujer tiene una fortaleza admirable que es distinta de la del hombre. Ellas tienen mucho aguante para perseverar en el amor. En los hogares son más fieles que sus maridos y muy tenaces cuando se trata de defender lo entrañable. Tienen una gran capacidad de gestión para ayudar a los demás, insisten más que los hombres y por eso consiguen sacar adelante labores sociales y asistenciales que los hombres no quieren realizar, porque no les interesa o porque se cansan antes.

En las Sagradas Escrituras vemos que María consigue que Jesucristo haga el primer milagro antes de tiempo. La vemos también serena junto a la Cruz viendo padecer a su hijo. No hay reacciones violentas pero sí un enorme dolor. Las mujeres con su amor maternal de cuidado saben aguantar el dolor. En el rostro de una madre se dibuja el sufrimiento profundo por el hijo y por las personas que quiere.

La mujer fuerte es la madre perseverante y fiel, la que siempre está para servir y atender al hijo, la que sabe darse y entregarse sin egoísmos, la que sabe querer con ternura y perdonar, la que sabe acariciar con limpieza. El Papa Juan Pablo II hablaba del genio femenino. Todos los hombres necesitamos de la madre y de la hermana, de la ternura y fortaleza de esa “debilidad” que hay que tratar con “guantes blancos” para no herirla con la torpeza o brusquedad masculina.

La mujer buena nos invita a ser limpios, a estar presentes en el buen ambiente del hogar que abriga el corazón, con el amor que vale oro, y que se convierte en la mejor seguridad que se pueda tener. Así es el amor de la Virgen, la Madre del Amor hermoso, que cuida a sus hijos y les enseña a querer. Nadie que está al lado de un corazón maternal puede ser indiferente. La debilidad nos invita al cuidado y cuando nos esforzamos en protegerla afinamos nuestros modos.

Proteger a la mujer es un gustoso deber de los hombres y es también saber corresponder a la mujer que nos trajo al mundo y que puso en nosotros un cariño enorme lleno de detalles, que son propios de la finura de una mujer.  El hombre debe cuidar a la mujer para que ella pueda entregarle al mundo la pureza de amor y la ternura que toda persona necesita para crecer bien y ser feliz en la vida.

La primera y única criatura humana que entró en el Cielo con cuerpo y alma era mujer: la Virgen María. Cuando una mujer se va al cielo ejerce desde allí una labor asistencial impresionante. La madre, la hermana, la hija o la amiga que está en el Cielo continúa con su genio femenino consiguiendo las mejores cosas para los suyos. Si Dios creo a la mujer para que el hombre no se encontrara solo, qué seguridad de compañía dan las mujeres que están en el Cielo.

Agradecemos sus comentarios


viernes, mayo 10, 2013

EL CÁNCER DE LA DESCONFIANZA
Más vale confiar que desconfiar. El que desconfía pierde mucho más que el que confía. Con la confianza se tiene cerca a las personas y se consigue con ellas: un mejor entendimiento, una mutua comprensión, una sólida amistad, una fuerte unidad, una mayor seguridad y al final una ganancia inesperada en muchos campos diversos. La confianza, aunque se pase por muchos sustos y riesgos, termina creando un clima de aceptación y de paz. Todas las personas necesitan confiar, sin la confianza no se puede vivir. Las personas que habitualmente desconfían pierden las amistades, se vuelven indiferentes y duras y a la larga, se quedan solas y llenas de amargura.
La confianza es imprescindible para la educación de los hijos, la enseñanza de los maestros y la eficacia de los trabajadores. Todo papá sabe bien que debe tener paciencia y esperar que hijo imberbe y agresivo, vaya madurando poco a poco. Debe tener el arte del joyero o del jardinero.
Un jardinero sabe que no debe estirar la plantita para que crezca, aunque tenga muchas ganas de verla grande, debe regarla, cuidarla de las inclemencias del clima, colocar algún rodrigón o estaca para corregir las desviaciones, protegerla para que nada ni nadie puedan atropellarla y sobre todo tener paciencia. Al cabo de los años esa plantita pequeña puede ser un hermoso árbol.  Un papá debe poner de su parte todos los cuidados necesarios y esperar que el hijo ponga lo suyo.  La confianza en el hijo también forma parte de la paternidad.
Se acierta en la vida cuando se vive confiando
Toda la vida es a base de confianza:  se confía en el piloto del avión, en la comida que otros preparan, en el guía turístico que enseña la ciudad, en el deportista que representa al país, en el mecánico que repara el carro, en el médico que opera al paciente enfermo, etc.
La confianza es la seguridad que nos da el buen prójimo que está a nuestro lado: los padres, los familiares, los amigos, los maestros, los jefes, los colegas, la empresa. La confianza es propia de las personas con virtudes humanas que consideran al ser humano por encima de todo lo demás. Es propia de quien sabe que las personas están antes que los negocios y se cuidará de no perjudicar a las personas y a sus familias, por afanes económicos o por un beneficio personal.
El que confía, con sus intervenciones y sobre todo con su querer, está expresando su calidad de vida y con ella da una gran seguridad a los demás. La confianza engendra confianza. Quien trabaja con alguien que confía, trabaja sereno y agradecido. Está feliz de tener personas, en el lugar donde se desempeña, que le tienen consideración. No es igual cuando hay desconfianza.
La confianza se gana confiando; se inspira. Un buen trabajador, que es además buena persona, inspira confianza, aunque no le vaya bien en sus negocios o sufra, por distintas circunstancias, adversidades que perjudican su trabajo o sus relaciones con otros.
Cuando una persona no recibe la valoración que le corresponde, porque quienes lo miran solo ven los beneficios que puedan recibir de él, entonces sentirá un fastidio,  una incomodidad, que lo aleja de sus jefes, pierde confianza. En la otra parte, cuando el jefe solo mira su negocio y no le importa la suerte de sus trabajadores, terminará desconfiando de todos y maltratando a su propia gente.
Lamentablemente muchos líderes o Jefes de hoy pecan de utilitaristas. Solo les interesa la eficacia de sus trabajadores. Ponen el acento en el éxito de la empresa y no en el éxito de cada persona. Muchas empresas tienen personas resignadas a trabajar en una condiciones desfavorables, no solo en los aspectos económicos sino en la falta de confianza. Esta limitación puede ser mucho más dura y contradictoria que el escaso sueldo.
Siempre existirán motivaciones para confiar o no confiar en las personas. La motivación principal para confiar son las personas leales con sus virtudes, no el dinero o las goyerías que puedan conseguir. A la persona se le debe querer siempre por lo que es y no por lo que tiene o pueda conseguir.
La confianza en el corazón ordenado
Una persona con el corazón ordenado, que sabe querer y darse a los demás, posee un alto grado de confiabilidad. Sabrá reconocer, valorar  y apoyar, a una persona honrada y sincera, que se esfuerza por hacer un buen trabajo. En las relaciones humanas los corazones de todos deben estar ordenados. Así habrá siempre confianza por parte de todos.
El que confía no es un ingenuo que está en la “luna” es por el contrario, alguien que tiene capacidad de captar las grandes posibilidades de las personas: sabe desenredar los nudos, curar las heridas, contar con todos, y de un modo increíble se convierte en el descubridor de las grandes bondades, que muchas veces están ocultas en la interioridad de las personas. 
Con la confianza las personas pueden reencontrar el camino que habían perdido y llenarse nuevamente del optimismo y la esperanza que necesitaban para alcanzar las metas anheladas. Cuando se confía con amor se reconoce el valor. No es un reconocimiento a ciegas, es reconocer las cualidades y méritos de personas valiosas. El jefe o el maestro que confía dice: esa persona me gusta mucho, tiene cualidades, yo puedo ayudarle a que las desarrolle, confío en él.  El discípulo que confía dice: yo con ese jefe puedo ir hasta el fin del mundo, me siento libre y contento con él.
El que confía consigue que las personas aprendan y ganen en experiencia.  No le importa los riesgos que tiene que correr o tener que dar la cara para defender y hasta proteger, al que cometió un error.  Es una actitud propia de las personas buenas. En la vida muchas veces hay que proteger a los demás, sobre todo a los más jóvenes, que están aprendiendo y no tienen ninguna experiencia.
Quien confía en los jóvenes, y los puede dirigir, posee una gran sabiduría, sabrá que un buen maestro es también buen amigo y pasará por alto mil errores de los chicos, que con mucha paciencia y tino los irá corrigiendo.  El mal maestro es el que se calienta y no aguanta, el que exige con amenazas y  jala o pone notas bajas porque considera que sus alumnos no saben nada y por lo tanto no merecen aprobar. El buen maestro es el que consigue que sus alumnos aprendan, aunque el empeño le cueste, sangre, sudor y lágrimas. Con los años, si persevera en esa lucha, aunque reciba críticas, que nunca faltarán, conseguirá grandes avances.
En los asuntos familiares los padres deben formar a sus hijos de tal manera que en el futuro puedan confiar en ellos. Si les dan da todo y no les enseñan a ser responsables, el hijo inmaduro puede caer en conductas impropias que más adelante podráin ser lamentables. No es bueno que  un chico se acostumbre a tener todo resuelto. La grave crisis económica que azota USA y Europa, (países del primer mundo), tiene su origen en el exceso de comodidades y en el afán desmedido  de tener, ahora muchos que fueron educados en ambientes de bonanza, no sabe qué hacer.
El haber alcanzado fácilmente una buena situación económica y tener a la mano todos los recursos materiales creó en los jóvenes un nivel de status que,  ahora, al quedarse sin nada viven unda doble crisis: la económica y el falso crecimiento espiritual de quienes saben vivir sin tener.

Muchos de ellos están indignados porque no saben vivir en tiempos de escasez, son incapaces de aceptar trabajos o sueldos reducidos que no sean de "su nivel". Cuando los "humos" se suben a la cabeza es muy difícil hacerlos comprender que ellos no tienen la razón. Se ha producido como un engreimiento generalizado, que ahora se ha convertido en una crisis social. No son maduros ni para su país ni para salir al extranjero. Chocan fácilmente con la realidad pensando que ellos llevan la razón.
Antes de terminar este breve análisis es necesario advertir que sólo se le puede quitar la confianza a una persona para un trabajo determinado cuando hay faltas graves: inmoralidad, corrupción, vagancia, incumplimiento de un compromiso. Las mejores personas son las que saben dar la mano para ayudar a corregir los errores del prójimo, siempre con una buena dosis de una confianza que no puede estar ausente.
Agradecemos sus cometarios

jueves, mayo 02, 2013


Poner bien los acentos
SON MÁS IMPORTANTES LOS PÁJAROS QUE LA JAULA

Cuando a San Josemaría Escrivá le querían enseñar una casa, unas instalaciones o unos edificios, solía decir, con una intención pedagógica: “Son más importantes los pájaros que la jaula”
Esta afirmación era también una advertencia para evitar el peligro, que existe en todas las personas, de convertir los medios en fines. No son las personas para las casas sino que las casas son para las personas. Las personas deben estar siempre por delante de cualquier proyecto. Se hacen las cosas bien cuando se quiere el bien de las personas, que debe ser real y no teórico. Para que sea real es preciso conocer a las personas y sus circunstancias. El conocimiento correcto es el que conduce al amor. En cualquier proyecto que tenga que ver con personas debe estar presente el amor ordenado de quienes lo ejecutan.
Si hoy ponemos el reflector en lo que es vivienda encontramos verdaderas maravillas: unos departamentos esplendorosos con todo tipo de comodidades, unas casas de playa fabulosas y muy bien decoradas, una siembra de edificios, cada día más altos y más espectaculares, clubes sociales con piscinas y pistas deportivas de calidad, centros comerciales y tiendas muy bien puestas. Las propagandas que salen en las revistas y el la televisión de los inmuebles e instalaciones presentan una gran variedad y señalan un progreso espectacular.
Como se puede ver hay jaulas magníficas, también en sectores populares se pueden notar progresos significativos en cuanto a las viviendas. 
Y los pájaros…..¿cómo están?  La bellísima decoración de la casa ¿es un reflejo de la felicidad de las personas? Debería serlo. También hay que reconocer que es mucho más fácil conseguir que una casa sea bella que conseguir que una persona sea bella. En la casa el proyecto de belleza depende del hombre que trabaja en eso. La belleza de la persona depende del amor y de la dedicación personal que reciba y de la obediencia libre a los proyectos que han hecho papa él.
Toda persona debería ocuparse y preocuparse más de la belleza de las personas que de la belleza de la casa. No son preocupaciones antagónicas ni mucho menos opuestas, caminan juntas pero es el amor a las personas lo que motiva los medios que se deben conseguir. Primero es la criatura y después es el vestido.
Cuando se invierten las prioridades se produce, a la larga un descalabro o un descarrilamiento. Lamentablemente hoy muchas cosas funcionan sin una finalidad clara, de las más elementales a las más sofisticadas. La burocracia, atosigante e inútil, es una consecuencia de ello. Todo un papeleo inútil, sellos y copias fotostáticas, oficinas que son para perder el tiempo, toda una organización super complicada.  Cuando falta amor al prójimo lo fácil se hace difícil, se cae en minucias que a la larga terminan siendo corruptelas, porque ocurre, lo que se puede preveer si se mira con perspectiva, “se cuela el mosquito y se traga el camello” o lo que es doloroso e injusto en las relaciones humanas: “se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”
Las cosas son sencillas y rápidas cuando hay un nivel alto de amor. No hay un detenerse en minucias. Se sabe conjugar los consejos con la responsabilidad personal, las opiniones con la verdad, la teoría con la práctica. La mayor parte de las complicaciones que una persona puede tener surgen del amor propio, son bolas que crecen, puras razonadas: un darle vueltas a las cosas, o sacar “cortinas de humo” para distraer la atención, con argumentos que son mecanismos de defensa, elaborados por la vanidad, por el terrible miedo de quedar mal.
Cualquier regla o sistema debe ser un medio para la libertad de las personas, no para encorsetar, o hacer pasar por el aro a alguien, porque así está establecido en el sistema, o porque sería consecuencia de lo que suelen decir los malos funcionarios: “la máquina nunca se equivoca”  Los horarios son para las personas y no las personas para los horarios. Es necesario poner el reflector en cada persona con sus particularidades especificas para poder servirlas en lo que sea necesario.
El Papa Francisco señala claramente el rumbo que debe tomar la Iglesia en los tiempos actuales. No hay ninguna variación en cuanto a la doctrina, sí hay una precisión para poner prioridad a algo que posiblemente se está descuidando, o está pasando desapercibido y es importante. El Papa Francisco dice: “En la actual situación la Iglesia necesita transformar sus estructuras y modos pastorales orientándolos de modo que sean misioneros. No podemos permanecer en un estilo “clientelar” que, pasivamente, espera “que venga el cliente”… tenemos que estructurar el sistema para ir hacia donde nos necesitan, donde está la gente.
Poner bien los acentos o los puntos sobre las íes,  dando prioridad siempre a las personas con las características propias de cada uno y las circunstancias que acompañan. Es la tarea de todos los que quieren lograr puntos de unión y enlace para trabajar en conjunto los temas más importantes para la felicidad de los seres humanos. Los que viven en la soledad o en constante conflicto no pueden resolver los problemas humanos que aquejan a la sociedad. Para la buena comunicación es necesario el conocimiento y éste solo es posible con el amor. No existe otro camino.
Agradecemos sus comentarios

jueves, abril 25, 2013


La transmisión de la sabiduría
LA PATERNIDAD DE LA AUTORIDAD

Se dice de un médico que es una autoridad cuando sabe mucho de un tema de su especialidad y se hace confiable. Además cuando posee una gran sabiduría, que combina el saber con la comunicación, se dice también que es “una eminencia”  La certeza de quienes usan esas expresiones es firme y subraya, junto a la admiración, la cercanía de esa persona instruida.
Se pide que las “eminencias”, en el sentido en el que estamos hablando, estén cerca. También podríamos decir que es eminencia porque está cerca. Es en la cercanía donde se ve la sabiduría. El bien es transmisible (difusivo),  y si es más grande es más trasmisible, pero requiere también de una persona grande: la eminencia, la autoridad, el que sabe. El que sabe da alegría cuando:  transmite, protege, ayuda, orienta, defiende. La cercanía de la autoridad no es necesariamente física.

La sabiduría es de por sí trasmisible  (transciende cuando va acompañada por la vida)
La sabiduría de la autoridad es para el subordinado. Si fuera solo para él, ya no sería autoridad, ni tampoco sabiduría. Un erudito en conocimientos no es una autoridad con sabiduría.
Se dice autoridad con relación a otro que se encuentra en un grado de inferioridad (no es peyorativo, quiere decir más abajo); el superior transmite una sabiduría amando a los que la reciben para el bien de ellos mismos. La jerarquía es para el servicio, no para lucirla. Es además para un servicio desinteresado que eleva al subordinado.
Un profesor tiene autoridad cuando sabe su curso y posee unas condiciones óptimas para la transmisión de lo que conoce. La trasmisión podría ser personal, como en el caso del profesor particular que tiene empatía con el alumno, es amigo de él y buscará lo mejor que tenga para dárselo, y también puede ser social, cuando el profesor sabe manejar el aula y consigue que todos le hagan caso, aprendan y desarrollen cualidades.

La paternidad (autoridad) no es propia de la carne sino del espíritu
En el caso de un padre de familia el reconocimiento que los hijos puedan tener de él no es propio de los genes o de la sangre, sino de la autoridad. La autoridad tiene más significación y esencia que la misma sangre. En este caso se trataría de la paternidad, que no es la potestad de ser padre, o lo que se llama también patria potestad, que se ve como un derecho que tiene el padre para educar, tampoco sería el paternalismo en sentido peyorativo: el padre que lo hace todo y consigue todo para el hijo, -muchas veces inmaduro e inútil-, que se acostumbra a recibirlo todo y no valora nada.
Se trata más bien del poder de la verdad que un padre debe transmitir con amor. Así es como el prestigio de la paternidad es autoridad: un derroche de amor que cura y edifica. El hijo recibe todo para que sea mejor y lo acepta por la autoridad del padre que lo quiere de verdad.
Se puede decir que, en un padre, la paternidad y la autoridad se identifican, ambas forman parte de la persona del padre. Las personas, (como en el caso de las personas divinas) se conocen por sus relaciones. Para el hijo el papá debe ser todo un padre para él, (es el hombre bueno que transmite cosas buenas para que el hijo sea bueno). No es el protector o el facilitador  “buena gente” que busca estar cerca del hijo, por su propia comodidad, para que el hijo lo considere o le pague después por lo que haya hecho por él.
Es importante añadir que el prestigio de la paternidad se tiene solo si existe unidad de vida, una trayectoria correcta del padre en todos los aspectos y situaciones, que va de acuerdo con la verdad e incluye también los errores que cometa con las rectificaciones y arrepentimientos que le debe dictar la virtud de la humildad, que también es la verdad y es fundamental para la autoridad.

La paternidad y la autoridad desaparecen con la mentira (quedaría el autoritarismo, el permisivismo, los engreimientos, el amor posesivo que es egoísta)
La mentira destroza la autoridad. Una autoridad mentirosa pierde prestigio: esconde, manipula, juega con los sentimientos de las personas, utiliza a la gente para su beneficio personal, exagera, teoriza buscando acomodos.
El mundo está lleno de charlatanes y manipuladores, también de gente que busca medrar a como de lugar. Están buscando por todas partes la oportunidad de salir en la foto.  La corrupción de la autoridad suele empezar por la corrupción de la paternidad.
En la historia podemos observar casos interesantes. El papá de Mozart se preocupó más de la genialidad musical de su hijo que en formarlo como persona, lo promocionaba para que sea oído en las cortes y él llevarse también las palmas. La amistad que tenía el rey Enrique II con Tomás Becket era para utilizarlo a su servicio. Le daba todo pero tenía que estar sumiso a él, lo mismo pretendió Enrique VIII con Tomás Moro en Inglaterra. Al final, ambos reyes mataron a sus mejores amigos porque no quisieron someterse a la aceptación de unas medidas que afectaban a la pureza  y sublimidad de la doctrina católica.
Las relaciones humanas deben tener siempre en su esencia a la verdad, (amistad,  paternidad, amor conyugal). Relaciones armoniosas de unidad, que es vivir de acuerdo con la verdad, es donde se debe poner el corazón. Las relaciones humanas acertadas surgen  del el amor que llevan las personas (un amor noble, leal y limpio), si no es así, es porque se ha metido la mentira que envenena todo.
La autoridad es el ejercicio del amor en lo que hay que transmitir desde una jerarquía para enriquecer al súbdito o al subordinado.  El súbdito nunca debe ser utilizado,  ni menos explotado.
El utilitarismo, la explotación, la tiranía, el acoso, son los síntomas más claros de la corrupción de la libertad. Así se descubre la mentira y la falta de unidad de vida de quienes ejercen mal la potestad o de quienes la han adquirido sin merecerla.
Es importante distinguir la moral de lo que es legal, y más en los ambientes donde predomina el positivismo legalista. No se trata solo de conocer y aplicar las leyes,  se trata de ser personas correctas y honradas, que buscan el bien para todos y saben cuándo deben sancionar con la ley, y cuándo deben emplear la epiqueya porque el sentido común y la conciencia lo dictan así.
Agradecemos sus comentarios

jueves, abril 18, 2013


EL AMOR A LA AUTORIDAD
Muchos han olvidado que el amor a la autoridad está mandado por el 4to. mandamiento de la Ley de Dios. Está en la misma dirección que el amor a los padres. Es más fácil entender que un hijo debe amar siempre a sus padres, aunque estos se porten mal, que un subordinado a la autoridad.
Mucha gente ve con recelo a la autoridad y al poder. Les parece que de deben ponerse a distancia para no dejarse influenciar y que no tenga la posibilidad de mandar. La autoridad que manda parece abusiva, vertical y utilitarista. Muchos suelen ponerse en el extremo contrario de sus jefes, creyendo que el papel que les toca es fiscalizarlos, para criticar cualquier desorden que cometan; levantan la voz alerta con un prejuicio negativo contra ellos. Se trata, en la mayoría de los casos,  de una reacción voluntarista,  generada, por una mentalidad “democrática”, que acepta, dentro de una sociedad relativista, la autonomía de la conciencia, como un derecho inalienable que toda persona debe tener. Este modo de pensar es también el resultado del influjo del poder mediático que crea un consenso colectivo en ese sentido.
En muchos ambientes del mundo contemporáneo la inteligencia no está al servicio de la verdad sino del voluntarismo, con un consenso que podría denominarse el sentir del pueblo o la voluntad de las mayorías. Como si la moral la dictaran los hombres que establecen unos criterios de “liberalidad” sin tener en cuenta la objetividad de la verdad.
La verdad no debería modificarse por una subjetividad, permisiva y pragmática, acomodada a circunstancias personales o coyunturales de los individuos, que además generan diversos grados de injusticia entre los seres humanos. El egoísmo, por muy pequeño que sea, y la mentira, dañan las relaciones humanas. En cambio la verdad libera y une;  hay que defenderla sin miedo porque está a favor de todos. La verdad necesita de la autoridad que ayuda a evitar el mal y a conquistar el bien. Ese es su papel.

¿Por qué se rechaza a la autoridad?
Para algunos el concepto de autoridad parece monstruoso, está más cerca de la tiranía o de la dictadura de un hombre “malo” que de la bondad y dulzura del bueno y comprensivo. Lo cierto es que cuando falta autoridad todos desean que se ponga mano dura y cuando ésta actúa decididamente, la rechazan y la quieren revocar.
Hay quienes tienen miedo a la autoridad, prefieren no acercarse y guardan unos “respetos” hipócritas. Se colocan a una prudente distancia para no comprometerse y evitar que les salpique cualquier llamada de atención.  
Estos miedos o distancias podrían haber tenido su origen en las injusticias que se cometieron al elegir a los que deben ocupar puestos de mando, unos porque pagaron, otros por “tarjetazos”, también por nepotismos o tráficos de influencia. También pudieron generarse por los abusos o maltratos de los mismos jefes, que tienen un poder, y la suerte de los subordinados depende de ellos.
En nuestra sociedad, no son pocos los que viven angustiados y en tensión soportando a unos jefes injustos que lesionan día a día la vida personal y familiar de sus subordinados, bien porque los explotan o porque no les importa nada la vida de ellos.
En muchos casos, el bellísimo concepto de autoridad, escrito en los manuales de moral, no se parece en nada a la  conducta cruel y agresiva, de algunos jefes indeseables.

El respeto y el amor a la autoridad
A pesar de todo esto, la crítica, la fiscalización y la revocación de la autoridad, no es el sistema más inteligente para lograr que los jefes sean personas sensatas e idóneas.  Además, cualquiera puede darse cuenta que toda persona debe tener en su corazón un espacio para amar a la autoridad. Este derecho está inherente en la antropología del ser humano. 
Así como el problema de la delincuencia no se resuelve con construir más cárceles o en poner sistemas de control más eficientes, sino con una educación más eficaz, así igualmente tendremos mejores autoridades cuando se enseñe y se motive, desde la infancia, lo grandioso que es servir a los demás. Mandar debe ser servir. La autoridad debe sentirse servidora en todo momento.  

El cuarto mandamiento de la ley de Dios
Con la explicación del cuarto mandamiento se entiende todo. El hombre debe amar a sus padres y a las autoridades para que sea feliz (nadie se puede escapar de esta verdad diciendo que conoce a gente muy feliz que no ama a sus padres y a las autoridades. Las excepciones existen, pero no es inteligente usar ese camino para encontrar la solución). El camino de la educación es una magnífica autopista y el de la excepción es muy peligroso e inseguro. Además el que ama a sus padres siempre es más feliz que los que no lo pueden amar.  Es un poco trágico para una persona no poder amar a sus padres y a las autoridades.
La ruptura del amor a Dios resquebraja la afectividad familiar, debilita por completo el corazón de las personas. Se cuelan en él, sentimientos encontrados que combinan la dureza de un egoísmo con el sentimentalismo de unos afectos tan desordenados como efímeros, que dominan a las personas y las hacen sufrir.
Este amor de paso, que dura poco y es ajeno al compromiso estable, contamina la libertad hasta eliminarla del todo; con los años crece una costra impenetrable, donde se pierde la ternura y el hilar fino en las relaciones humanas y luego todo parece pesado y negativo en la vida. Se pasa a vivir con una pesadez que no se termina y que pone a la persona en el borde de la angustia y de la desesperación.
El amor siempre se puede recomponer, basta la buena voluntad para seguir luchando, sin abandonarse ni “tirar la toalla”. Siempre se debe levantar la cabeza para mirar que hay un Dios muy grande, que no solo saca del hoyo a las personas, sino que también procura los medios para que se pueda ir a mucha altura, hacia la conquista del bien que todos necesitan para ser felices de verdad.

Agradecemos sus comentarios.

jueves, abril 11, 2013


El jefe que sube, se aleja y se pierde
EL JEFE DISTANTE
Cuidar la cabeza y el corazón, las facultades principales del hombre, es un deber de todos y especialmente de las autoridades o jefes, que tienen una potestad de mando sobre unos súbditos que dependen de él. El cuidado de esas facultades permite que éstas se pongan al servicio de las personas con una multiplicación de detalles que tendrían que ser la expresión de un verdadero aprecio. Las autoridades viven una alegría indescriptible cuando logran estar al lado de sus súbditos y éstos también gozan con la solicitud del jefe cercano.
La cercanía entre las personas, que es fundamental para que las relaciones sean armoniosas y acertadas, depende en gran parte del que hace cabeza.
La cercanía de un jefe es consecuencia cultivo de su interioridad y no de factores externos o de estrategias protocolares. La riqueza interior de una autoridad es la que trasciende para influir positivamente en los súbditos con una proyección a otras personas, que pueden ver y disfrutar de la belleza de esas relaciones humanas.

No existe una fidelidad sin caridad
Los protocolos de la oficialidad no engendran amistad, o dicho en otras palabras: tienen más importancia las relaciones humanas naturales y auténticas que los mejores protocolos del mundo. Pueden ser compatibles el buen trato y los protocolos: un buen jefe, que quiera y trate bien a la gente, podría respetar cuidadosamente los protocolos. En cambio, si falta amistad y cercanía, los protocolos podrían convertirse en algo molesto que aleje a los súbditos del jefe. Si hay ausencia de amor, las  disposiciones y criterios para lo que se debe hacer, podrían entrar en el campo de las manías y volverse contraproducentes.
Si el buen pastor pierde el amor a las ovejas, se convierte en el mercenario que ya no está dispuesto a salir para buscar a la oveja centésima; y las que están en el redil ya no quieren escuchar su voz. Si el amor del buen pastor crece, tendrá más cercanía a sus ovejas,  porque al quererlas de verdad, no pondrá la distancia del status  de su potestad.
Es penoso ver a una persona que ha recibido un puesto de mando, alejarse de la gente porque cree que debe ponerse cierta distancia, por la investidura de su cargo. Quizá, en un primer momento, por la inexperiencia, podría pensar que es más eficaz no bajar al llano y permanecer en cierto “status” atendiendo asuntos “más importantes”  Cree que así está mejor resguardado, para no tener que dar respuestas inmediatas o precipitadas a las impertinencias de los espontáneos, pero a la larga, si sigue así, la vida le hará ver, con dolor,  el costo de esa  desacertada determinación.
El Papa Francisco, en el inicio de su Pontificado, ha marcado unas pautas muy claras haciéndonos ver a todos que la autoridad no debe rodearse de exquisiteces y privilegios, y debe estar siempre al servicio de los demás. No debería sentirse superior, porque eso le haría perder el prestigio para conducir a su gente.

El que tiene un cargo debe bajar y no subir
El orgullo hace perder la cabeza y las amistades. Las personas se alejan del que se pone por encima. Cuando una autoridad no ha sabido cosechar amistades con sus propias virtudes, al dejar el cargo suele caer en un vacío existencial y en una amarga soledad. Sin amigos que de verdad le aprecien.
No es cierto que se esté cuidando bien a las personas si no se percibe al mismo tiempo una cosecha real de amistades auténticas.  La oficialidad sin amistad es un engaño. Cuando lo quieren porque está en el cargo, o porque la persona representa algo importante para ellos en un momento determinado.  En estos casos, que podrían ser los habituales, los que se acercan no lo hacen por la persona. En el mundo muchos se acercan a un jefe por lo que representa para ellos, o para poder conseguir algún beneficio en ese momento.
Está claro que la autoridad como tal puede representar algo más importante que su propia persona y esta circunstancia hace que muchos se le acerquen interesadamente. Pero esto no quita que el jefe cultive, al mismo tiempo y con verdadero esmero, el amor de amistad.  Es más, la amistad debe estar en la esencia de la autoridad. Una autoridad si amigos reales es un esqueleto.
Me contaba un amigo recién jubilado de su trabajo que en las últimas Navidades no había recibido ni siquiera una tarjeta de felicitación. En cambio, antes, cuando era jefe, recibía varias canastas navideñas y muchos regalos en su casa. Ahora se sentía solo porque no supo cultivar la amistad, aunque tuvo a lado a mucha gente que lo “trataba muy bien” y elogiaban su trabajo.  
Hace años, cuando fui capellán de una institución militar un cadete me decía que tenía muchos amigos con los que se divertía todos los fines de semana. Un día se enfermó y fue internado en el hospital. Me contaba que se había sentido defraudado de sus amigos porque ninguno lo fue a ver cuando estaba enfermo.  No sabía lo que era la amistad.

La ambición y vanidad del que manda
Uno puede perder la cabeza por locura, por enfado y también porque se “le suben los humos”  La soberbia es peor cuando es más alto el honor. Cuanta vanidad se encierra en los jefes que creen que mandan con autoridad y lo que provocan es el rechazo de las personas que están a su cargo. Alguna vez se piensa que el mal está en los súbditos y no en el jefe que tiene más responsabilidad, y debe ser ejemplar y cercano en el trato con su gente. No con el teatro de un “aparente buen trato” sino con verdadero afecto y estima.
Hoy vemos muchas autoridades que se “enriquecen” Entran sin dinero y salen avaros, entran muy “humildes” y salen soberbios. Pero después, más adelante, caen en desgracia: solos y abandonados. Nadie los busca, nadie los llama, dan pena.
Hoy el Papa Francisco pone la voz de alerta para que las cosas materiales y los puestos importantes no alejen a las personas entre si. Las ambiciones de una carrera, cuando se trata de subir para alcanzar una situación de privilegio, son más tentaciones que derechos.
El mejor derecho que existe, (así lo decía San Josemaría Escrivá a los que tenían vocación de servicio), es el derecho de no tener derechos. La autoridad que entienda bien este derecho  conseguirá que su entendimiento reluzca como un lucero y conquistará grandes espacios de libertad, para ejercer el mando con la eficacia de la caridad en el ejercicio de su potestad,  para el bien de sus súbditos y la alegría de todos.
Agradecemos sus comentarios

jueves, abril 04, 2013

EL PAPA, LA INVESTIDURA Y EL DINERO
El Papa Francisco es un extraordinario comunicador, con una serie de gestos y actitudes precisas que están marcando un derrotero que todos aceptan. Su imagen y sus palabras caen bien a las grandes mayorías en los diversos países del mundo.
La línea más gruesa del camino que señala, con sus gestos y actitudes, es también una llamada de atención a la lamentable situación en la que se encuentran los países del primer mundo, debido a la crisis económica generada por un desorden en las motivaciones humanas propuestas por ellos mismos.
Los hombres codiciosos que quisieron tener más y que vieron en el dinero y en las fórmulas económicas los recursos principales para ser felices, se estrellaron torpemente con una realidad que no se imaginaron. No fueron pocos los que sufrieron las inclemencias de esta crisis que azotó el mundo occidental y parte del oriente. Las pérdidas económicas son parecidas a las que podrían surgir como consecuencia de una lamentable guerra.

Los Papas que cambian el mundo
Cuando en las postrimerías de los años 70 fue elegido Papa Juan Pablo II, el mundo vivía bajo la amenaza de la lucha de clases propuesta por el bloque marxista. El Papa que vino de lejos y que procedía de un país sumergido y vapuleado por el yugo marxista, logró, con sus oraciones y con su devoción mariana, darle la vuelta al mundo. Cuando salió elegido, sus palabras convencieron a las multitudes. Parecía que decía lo que la gente quería escuchar.
Hoy, el Papa Francisco nos vuelve a motivar del mismo modo. El día de su elección bromeó diciendo que los cardenales habían ido a buscarlo al fin del mundo para elegirlo Vicario de Cristo. A él le parecía que venía de muy lejos porque no estaba en sus planes, ni en el de las grandes mayorías, ese encargo tan importante que había recibido.
Cuando una persona humilde recibe sorpresivamente la noticia de que ha sido elegida para un cargo de gran dignidad, la reacción es semejante a la que tuvo la Virgen María cuando el ángel le informó que había sido escogida para ser la Madre de Dios; sintió temor porque no se consideraba digna, ni preparada, para una tarea de tan gran magnitud, sin embargo acepta declarándose a sí misma la esclava del Señor, con una disposición total para obedecer: “hágase en mi según tu palabra”
Algo parecido ocurrió con el Papa Francisco: se sintió indigno para esa investidura pero aceptó el cargo sin los privilegios a los que tenía derecho: siguió con sus zapatos viejos, no quiso utilizar la limusina, quiso quedarse en la misma habitación donde estaba, fue a pagar el hotel, viajó en una camioneta junto a los demás, llamó por teléfono a sus amigos. Quiso seguir en el llano, ser un Papa que esté en la calle junto a la gente.
No condenaba las cosas que no aceptaba, tampoco criticó a sus predecesores, a quienes les tiene una gran admiración y respeto.  Así se vio en la visita que hizo a Benedicto XVI.
 Lo que condena enérgicamente con gestos y actitudes, es el desorden en los corazones de las personas que dan demasiada importancia al dinero y a las cosas materiales y se olvidan del amor a Dios y a los demás. 
Aún muchos no son conscientes de que la solución de los problemas no está en nuevas fórmulas económicas, sino en conseguir relaciones humanas más armoniosas.  Ya lo había advertido claramente el Papa Benedicto XVI cuando decía en su encíclica “Verdad y caridad”  que las relaciones humanas se habían convertido en relaciones de oferta y demanda y no de fraternidad, gratuidad y caridad.
El Papa Francisco pone el dedo en la yaga con acierto y convence, porque él vive lo que predica. No predica solo porque lo han elegido Papa, él traía ya una trayectoria muy clara y trasparente, que ahora, siendo el Vicario de Cristo y estando a la vista de todos,  el mundo puede conocer y valorar: vivía en un departamento, sin lujos, se cocinaba sus alimentos, no tenía chofer, viajaba en los transportes públicos, se acercaba a los más necesitados y defendía a los que eran atacados injustamente.  Defendía la vida contra el aborto y la violencia de la guerra o del terror, animaba a creer en Cristo y a seguir las enseñanzas de la Iglesia en materias de moral y costumbres, cuidaba con esmero la liturgia y advertía a los sacerdotes para que no se conviertan en unos coleccionistas de los tesoros artísticos, porque deben ser Cristo y no simples funcionarios.
El Santo Padre nos enseña a ser sencillos y a vivir pensando en los demás. Tenemos el Papa que la Iglesia necesita; ahora faltan los cristianos que la Iglesia necesita. El camino lo ha señalado, con el ejemplo, el Vicario de Cristo y nos ha pedido ir con él desde Roma a los confines de la tierra para hacerles ver a los hombres que Dios los busca.
Junto al Papa Francisco en estos tiempos difíciles la Iglesia tiene el reto de la nueva evangelización. Ya se están dando los primeros frutos en el año de la fe.

Agradecemos sus comentarios